VALÈNCIA. Desgraciadamente es habitual que, cuando un partido gobierna cualquier administración, sus componentes tengan un rol confuso. Sobre todo, aquellos que son militantes. Trabajan para el Estado, para la autonomía de turno, pero su papel de alto cargo se difumina al tener siempre como gran objetivo estar al servicio de su partido. Este hecho lo hemos normalizado tanto que ya no sangra a la vista y a la ética que personas al servicio del interés público utilicen esa posición predominante para trabajar en beneficio de los intereses de su formación sin disimulo. La desvergüenza ha ido creciendo a tal ritmo que, gracias a la vorágine del día a día y a la vertiginosa actualidad, ese desprecio a la parte pública queda en un tercer plano. Quien mejor encarna esa abyecta conducta es Pilar Alegría, ministra de Educación y Formación Profesional y portavoz nacional del Partido Socialista Obrero Español.
Alegría es una de las personas que gracias a las crisis de Gobierno organizadas por Pedro Sánchez pasó del municipalismo y autonomismo a la escena nacional, teniendo un papel importante en clave orgánica. En julio de 2021, el presidente Pedro Sánchez la nombró ministra de Educación y Formación Profesional en sustitución de Isabel Celaá. Y solo un año más tarde, fue nombrada portavoz de la Ejecutiva Federal del PSOE por el secretario general del partido, Pedro Sánchez, en sustitución de Felipe Sicilia, tras una remodelación de la formación llevada a cabo por el líder socialista.
Esta diplomada en Magisterio que según su currículum no ha ejercido nunca como profesora, lleva toda una vida al servicio de la ciudadanía, o de su partido, según se mire, como diputada por Aragón en el Congreso, primero, parlamentaria en su comunidad, después, y consejera, concejala y delegada de Gobierno hasta alcanzar la ‘gloria’ al ser nombrada ministra. En este puesto estuvo lidiando con la penosa implantación de la Lomloe y la unificación de la selectividad, que ha acabado dándole una patada hacia delante al no tener el valor de abordar este asunto como se requiere.
Pero Alegría no suele ejercer como ministra. Alegría, cual 007, tiene claro cuál es la misión que le encargó su particular M.: vender la labor de gobierno desde su partido con alguien que pueda estar en el Consejo de Ministros y cuya cartera no sufra las ausencias y dedicación que requiere estar al servicio de las siglas.
Solo hace falta echar un vistazo a su agenda para corroborar este particular. De hecho, en el mes de enero apenas ha tenido, según refleja el portal de Moncloa, algún acto o reunión. Por ejemplo, el 12 de enero de 2023, sus compis de consejo tienen repletas sus agendas, mientras que en la de la ministra solo consta, ese día, una entrevista en Cuatro. Es habitual que, mientras todos tienen encuentros, actos y viajes, Alegría apenas encuentre hueco para mantener reuniones en su propio ministerio o disfrazar de agenda una visita en un colegio de un municipio para acabar apareciendo en la sede del PSOE de turno y realizar allí declaraciones.
Tan ocupada está la agenda, que en una semana de diciembre solo tuvo consejo de ministros como única cita oficial
Y todo ello se puede comprobar repasando la mencionada agenda. El día 30 asistió, menos mal, al pleno del consejo de ministros y ministras, para luego dar una entrevista a otro medio. El día anterior solo dedicó su agenda ministerial con otra entrevista. Menos mal que el día 28 de ese mes tuvo que asistir a Bruselas por… narices. El 23 de ese mes tuvo que sufrir el trance de acudir al consejo de ministros, amén de presentarse por la tarde a los Premios Mujer Hoy. Tan ocupada está la agenda, que en una semana de diciembre solo tuvo consejo de ministros como única cita oficial. Mientras tanto, para ocupar su tiempo, acude a sedes de su partido por todo el país. Y como cada lunes, comparece ante los medios de comunicación en la sede del PSOE en Madrid, en Ferraz. Todo ello por un sueldo de 74.858,16 euros, que es su salario de ministra. Para añadir un poquito más de azúcar, Alegría ha sido nombrada portavoz de campaña del PSOE para las elecciones de mayo, lo que seguro le restará un poco de tiempo para establecer la propuesta y ejecución de la política del Gobierno en materia educativa y de formación profesional del sistema educativo y para el empleo, que bien, bien, no debe ir mucho.
No es el único ejemplo de doble agente. En mayor o menor medida, políticos de todo signo compaginan sus labores de gobierno con las de su partido. De hecho, hemos visto a Pedro Sánchez montarse varios actos de partido entre semana, con jubilados y militantes, mientras se supone que debe cumplir con su quehacer de presidente del Gobierno. Lo ha hecho también Compromís en un martes con Aitana Mas al frente. Y es que, se supone que sus cosas deben llevarlas a cabo en fines de semana y no cuando ejercen de representantes institucionales, aunque en sus intervenciones esto se confunde habitualmente.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 100 (febrero 2023) de la revista Plaza