el dedo en el ojo

'Ambassadeur' Ximo Puig

El que fuera president de la Generalitat Ximo Puig culmina su carrera política con un puesto muy goloso en París, el de embajador ante la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)

16/03/2024 - 

VALÈNCIA. El Consejo de Ministros aprobaba, el pasado 20 de febrero, el nombramiento del expresident de la Generalitat y exsenador territorial socialista Ximo Puig como embajador ante la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), en París. Una decisión sobre la que se rumoreaba ya tiempo atrás. Este era el premio que Pedro Sánchez concedía a uno de sus ‘barones’, después de que el Partido Popular lo desalojara de Presidencia de la Generalitat en las elecciones autonómicas de 2023.  Puig, periodista y president de la Generalitat Valenciana en las dos últimas legislaturas (2015-2023), ha desempeñado responsabilidades políticas en todos los niveles institucionales. Alcalde, diputado en el Congreso, en Les Corts, presidente autonómico y senador. En todos. 

El de embajador ante la OCDE es un puesto, además de codiciado, que debería ser ocupado por una persona con reconocida carrera diplomática. Así que su nombramiento debería escandalizarnos, pero ya hace tiempo que nada lo hace. Al menos, los afectados, es decir, la Asociación de Diplomáticos Españoles volvía a fruncir el ceño ante la noticia sobre todo porque antes, Sánchez había destinado a tres de los suyos a puestos de envergadura tras haberse quedado sin sitio en su Consejo de Ministros. Hablamos de Carmen Montón, embajadora observadora de España ante la OEA; Miquel Iceta, multipremiado desde que dejara paso a Salvador Illa en Cataluña, y Héctor Gómez, representante permanente de España ante la Unesco y embajador de España ante las Naciones Unidas, respectivamente. Ambos, como Puig, sin ningún tipo de experiencia en estas lides. Así, sin anestesia ni nada. Podría alguien pensar que el presidente del Gobierno no sufre de complejos con estas designaciones, que, como buen líder, es de los que no deja colgados a los suyos. Pero esto no lo ha inventado Pedro. Lo cierto es que, durante décadas, hemos visto acciones de este tipo con otros jefes de ejecutivo, incluso, diría, más dolorosas.

Precisamente, el nombramiento de uno de los que ocupó el cargo que ahora ostenta Puig, el de José Ignacio Wert, fue uno de los que más portadas ocupó. El fundador de Demoscopia, presidente de Sofres, tertuliano pero, por encima de todo, infausto ministro de Educación, el peor valorado del Gobierno Rajoy, fue premiado por el gallego con el caramelito de la OCDE, después de que el propio Wert le solicitara el puesto tiempo atrás, ya que su pareja, Montserrat Gomendio, quien ocupaba el cargo de secretaria de Estado de Educación, es decir, la número dos de Wert cuando surgió la love story, había sido nombrada, sorprendentemente, directora adjunta de la Dirección de Educación en el mismo organismo internacional. De fábula. Ni el Partido Popular daba crédito a la generosa decisión de Mariano. A la pareja dinero no le hacía falta, pues el patrimonio de Gomendio era, per se, holgado, pero su estilo de vida acaparó las portadas de la época. Bon vivant.

Tampoco el predecesor de Puig era diplomático. Manuel Escudero, íntimo de Josep Borrell, fue el elegido por Sánchez para suplir a Wert. Considerado uno de los ideólogos del presidente, también disfrutó del pisito en París. Una residencia formada por cinco plantas y una superficie de 1.822 m2 y un jardín de 550 m2. Hay que remontarse años atrás, desde 2011 a 2015, para ver un diplomático en ese puesto. Ricardo Díez-Hochleitne. La excepción hace la regla. 

Veremos cómo cumple su cometido el señor Puig, observaremos, o no, cómo se desempeña en una organización cuya misión, se supone, es diseñar mejores políticas para el bienestar de las personas. De la ciudadanía, no del embajador de turno. Para el difícil, o más bien utópico, cometido, el president cobrará 96.000 euros más de lo que percibía como senador. Nada mal. Pero esta no es una cuestión monetaria, que también, sino de prestigio. En este sentido, aun chirriando la nominación, a nadie le cabe duda de que Puig, al menos, intentará no quedar mal, trabajar y ganarse el pan (de masa madre) como ha obrado durante su dilatadísima trayectoria. Pocos dudan de su capacidad. 

Ahora no despierta tantos recelos sobre la misma como en 2015. Cabe recordar que por el socialista nadie daba un céntimo como jefe del Consell, y acabó siendo valorado con nota, incluso por los votantes del Partido Popular (en una encuesta publicada por Las Provincias, la mayoría aprobaba su gestión de la pandemia). Halagado por la cúpula empresarial, a la que, eso sí, le faltó tiempo para decir que con el PP se vive mejor. Impulsor del diálogo social, y generoso con los rivales de su partido, Puig salió del Palau, reconocido aunque le costara asumir la derrota, lastrado por quien le ha colocado en París, y por errores propios, amen de los de sus compañeros de viaje en el Botànic. Pero esa es otra historia

* Este artículo se publicó originalmente en el número 113 (marzo 2024) de la revista Plaza

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