La ciudad de València tiene una población de 800.000 habitantes, que supera los dos millones al sumar los cuarenta y cinco municipios de su área metropolitana y los ochenta de la segunda corona metropolitana, con una densidad poblacional de 2.514 habitantes por km2, una de las mayores de Europa.
El crecimiento histórico del Cap i Casal obedeció a unas ventajas comerciales y de ubicación geográfica que la hicieron florecer en los siglos XIV y XV y que la configuraron en los últimos dos siglos como un núcleo comercial de importancia creciente, gracias a la producción agrícola excepcional de su comarca circundante y a la progresiva instalación de núcleos industriales y de servicios que dieron forma a la ciudad moderna que conocemos. ¿De verdad la conocemos?
La transformación urbana de las últimas dos décadas es espectacular. El centro de la ciudad ya no es el área de servicios de antaño, sino una especie de ciudad de vacaciones, en la que los habitantes ya no son vecinos, sino turistas que han convertido a València en una ciudad híbrida, en línea con las tendencias de la modernidad.
En esta València híbrida, el 37% de sus residentes no ha nacido en ella, y el 21% ni siquiera en España, porcentajes que crecen, aceleradamente, cada año. El perfil de los nuevos vecinos no es solo el de migrantes que buscan mejores oportunidades, sino que cada vez más son residentes de temporada o visitantes cosmopolitas que vienen a vivir su jubilación.
A esto se suma una creciente intensidad turística, que ha convertido el centro histórico en una ciudad extranjera. Los comercios se rotulan en inglés y resulta anecdótico escuchar a algún paseante hablar los idiomas de aquí. Los comercios tradicionales de barrio han desaparecido y, progresivamente, también los vecinos. Proliferan pisos turísticos, tiendas de suvenires o alquiler de bicicletas y bares y terrazas dedicadas exclusivamente al cliente no local. Los nuevos comercios, regentados normalmente también por no nativos, se vuelcan en los compradores de paso que aportan mayores márgenes.
De enero a agosto de 2023, la ciudad recibió 2,5 millones de visitantes. Solo en agosto, València acogió más de trescientos mil turistas, con un 40% más de visitantes internacionales respecto a 2022. Y en medio de esta metamorfosis, común en muchas ciudades europeas, la tormenta llama a la puerta.
En esta València híbrida, el 37% de sus residentes no ha nacido en ella, y el 21% ni siquiera en España. A esto se suma una creciente intensidad turística que ha convertido el centro en una ciudad extranjera
La Universitat Politècnica de València, a través del informe trimestral de su Observatorio de la Vivienda, nos advierte del peligro que sufre la ciudad y los habitantes que no quieren marcharse. El precio de la vivienda ha experimentado un fuerte incremento, que continúa acelerando. En los últimos tres años, el precio medio ha subido un 54%, siendo actualmente superior a los tres mil euros m2. Alquilar un piso en València es igual de oneroso: el promedio supera ampliamente los mil euros y, en algunos barrios, los 1.500. Los autores del informe califican la situación de emergencia habitacional y prevén graves problemas sociales de no actuar inmediatamente. La poca vivienda que se construye cae del lado de la oferta turística que obtiene mayores beneficios. Con tipos al alza y escasísima construcción de obra nueva, la sociedad empieza a estar contra las cuerdas, en especial las nuevas generaciones que ya lo han tenido mal con el empleo y los ingresos. Es real el riesgo de volver al chabolismo o a escenas de la película El pisito, de 1958.
Al escribir fonéticamente Balensia —como se nos nombra en el mundo—, el corrector de texto cambia a 'València'. La IA trata de corregir el error ortográfico y, quizás también, el histórico. Hay poco tiempo, pero aún puede hacerse algo, si nuestro meninfotisme no nos hace seguir el destino híbrido y fatal que asola occidente.