mirando al mar

"El negoci és el negoci"

18/06/2023 - 

VALÈNCIA. Que la vela española le debe al rey Juan Carlos el 90% de lo que es en la actualidad es un dato objetivo, al igual que lo es el estado del bienestar que hemos disfrutado con él desde hace cuarenta años. Ahora, el mal llamado emérito se ve abocado a residir en los Emiratos Árabes, para no sé qué pamplina de que si siguiera en España perjudicaría a la Corona de su hijo.

La vela es evidente que es una excusa para ir volviendo a naturalizar que es ciudadano español, sin cuentas pendientes con la justicia, y que puede ir y venir, a pesar de la acomplejada y envidiosa izquierda española, a España cuando él quiera. «¡Que el rey Felipe se enfada!», proclaman algunos tertulianos. No lo creo. El rey Felipe es rey gracias a Juan Carlos, al igual que Letizia es reina porque su suegro la aceptó, a pesar de la oposición de la reina Sofía, que ya vio venir el problema que iba a tener España con esa boda.

El caso es que el rey Juan Carlos pone como excusa las regatas para venir a España. El rey Juan Carlos no está para subirse a ningún barco y mucho menos a uno de la clase 6 Metros, por mucho acomodamiento que se le ponga. Como diría José Cusí, ‘hermano’ mayor de Juan Carlos y armador del Bribón, «el negoci és el negoci», y, con ellos a bordo de cualquier proyecto, el negocio está asegurado.

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La clase 6 Metros se creó en 1907, de cara a su participación en los Juegos Olímpicos de 1908. Un barco de madera con quilla fija y monotipo, donde la pericia del caña y la calidad de la tripulación priman mucho más que el barco. En 2010, cuando por la edad y las malas condiciones físicas de José Cusí y el rey Juan Carlos, se decidió terminar con sus participaciones en la vela de crucero, enseguida la vela acusó esa despedida. Bajón en la Copa del Rey, final del Circuito MedCup y desaparición de los grandes armadores españoles

El que ahora dice que es ‘amigo íntimo’ del rey Juan Carlos (¡ojo, lo dice él!), Pedro Campos, se rebanó los sesos para intentar, por todos los medios, que el rey no se desvinculara de la vela. El negoci de la Volvo Ocean Race se tambaleaba si el emérito decidía retirarse a vivir la vida fuera de las regatas, y buscó una solución: la clase 6 Metros. Era un barco fácil para navegar y, si lo adaptaba a las necesidades del monarca, la jugada podría salir positiva.

Cuando a mediados de 2015, Pedro Campos le propuso al rey emérito volver a navegar, algo que no hacía desde 2010, y hacerlo en una clase que, según dicen, no precisaba un gran esfuerzo ni riesgo para el patrón, el monarca aceptó. El primer paso fue la adquisición, a finales de septiembre, de un 6 Metros finlandés, el Ian, un diseño de Gustav Estlander, botado en 1929 y propiedad de Michael Cedercreutz. Para ello, el propio monarca, junto a su armador José Cusí y Pedro Campos, viajó a Finlandia para cerrar la compra.

El Circuito gallego de 6 Metros ya estaba en marcha y al rey no le gusta navegar sino competir, y, para ello, Cusí buscó un nuevo barco en Canadá. Allí estaba el Gallant, un 6 Metros diseñado por Arvid Laurin, construido en los astilleros Plym-Neglinge (Suecia) y botado en 1947. Y Pedro Campos buscó a los rivales: Mauricio Sánchez Bella (piloto de Iberia), Juan Carlos Escotet (presidente de Banesto Internacional), César Elízaga (empresario), Peter Dubens (dueño de North Sails), José Luis Angoso (director de Innovación y Alianzas de Indra), José Cusí (armador de la saga Bribón), José Álvarez (empresario venezolano), Eugenio Galdón (fundador de ONO), Alicia Freire (arquitecta) y Violeta Álvarez (empresaria).

Se trataba de juntar la flota suficiente, en la que no podía añadirse ningún armador sin el visto bueno de Pedro Campos, para hacer regatas en la ría de Pontevedra, concretamente en Sanxenxo, localidad cercana a Cuntis, pueblo natal de Pedro Campos. Así, engatusaron al rey Juan Carlos cuando le llevaron a Vancouver a disputar el Campeonato del Mundo de la clase 6 Metros y lo ganaron. El barco se llamaba Bribón Movistar, en el que el rey contó en la tripulación con Pedro Campos como táctico, el olímpico canadiense Ross McDonald —campeón del mundo de la clase en 2013—, el campeón del mundo madrileño Iñaki Castañer, el vigués Alberto Viejo y el coruñés Roi Álvarez.

Ganaron el Europeo de La Trinitè-sur-Mer (Francia), en 2018, y acudieron al Campeonato del Mundo de Hanko (Finlandia), en 2019, que también ganaron, pero en el que el rey emérito no embarcó en el Bribón, a pesar de que las noticias del departamento de comunicación del equipo decían lo contrario. El caso es que, a pesar de que el barco estaba muy adaptado a las necesidades físicas del rey Juan Carlos, este no se sentía cómodo metido en ese cascarón, sentado y sin poder, tan siquiera, cambiar de banda cuando el barco viraba.

Es vox populi que los viajes del rey Juan Carlos a Sanxenxo para regatear son un puro cuento. Se sube en el barco un día para las fotos y la prensa y, los demás, sigue las regatas desde la neumática. Y es que el monarca español, con ochenta y cinco años a la espalda y con las extremidades inferiores muy tocadas, no puede permanecer en ese habitáculo tan pequeño durante una jornada de regatas. Lo dicen los médicos, y lo saben todos los que alguna vez han navegado.

¿Van a seguir insistiendo en traerle para hacer el paripé velístico? Seguro que sí. Pedro Campos no va a ceder, ni un metro, en sus pretensiones. Sabe a ciencia cierta que si el rey Juan Carlos deja de ir a Sanxenxo, el circuito español de la clase 6 Metros se acabaría, la ciudad gallega volvería a la normalidad y, muy probablemente, el negoci de las regatas se iría al traste.

La excusa es que tiene que entrenarse si quiere acudir a revalidar el título de campeón del mundo el próximo mes de agosto en Wirth (Reino Unido), pero la única verdad es que, a pesar de que el Bribón 500 acudirá a intentar ese reto, el rey Juan Carlos no va a regatear en aguas del Solent, aunque sí hará acto de presencia en los pantalanes y probablemente en el barco de apoyo. Navegar en las circunstancias que se prevén en ese mundial, con la falta de movilidad que tiene en estos momentos, y con la presión mediática a la que, injustamente, está siendo sometido, sería poco más o menos que un suicidio. Es increíble que, a estas alturas, el rey Juan Carlos necesite la excusa de tener que entrenarse en su barco para acudir a un mundial, para que pueda ir recalando por su país y normalizar así su vuelta a España. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 104 (junio 2023) de la revista Plaza

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