Casa Carmela, Camilo Miralles y Alberola Lencería son tres empresas familiares valencianas que llevan a sus espaldas un siglo de historia, marcado por guerras, crisis y una sociedad cambiante, que adquiere nuevas herramientas, nuevas necesidades y nuevos valores. ¿Cómo mantener el éxito cien años sin morir en el intento?
18/11/2023 -
VALÈNCIA. En 1923 no existía internet. Tampoco GPS, correo electrónico o la televisión. Nadie había sido capaz de pisar la Luna y otros muchos grandes avances históricos estaban todavía por llegar. Al echar la vista atrás, resulta estremecedor darse cuenta del ritmo vertiginoso al que evoluciona la sociedad, pero también alivia comprobar que ciertas cosas siempre mantendrán su esencia, por mucho tiempo que pase.
Casa Carmela es un ejemplo de ello. Este restaurante lleva 101 años ubicado en la playa de la Malvarrosa, desde su creación en 1922. Sus fundadores, José Belenguer y Carmela Meliá, le dieron vida como una humilde barraca que alquilaba bañadores a veraneantes. Los servicios se fueron ampliando y la gastronomía pasó a ser el plato fuerte, con la cría de animales de granja y el cultivo de verduras y frutas en la huerta familiar. Más tarde, en los años setenta, el negocio se especializó en arroces y, en la actualidad, es todo un referente en la elaboración de paellas a fuego de leña.
En 2011, Toni Novo tomó las riendas de la compañía que habían levantado sus bisabuelos y de la que se hicieron cargo posteriormente sus abuelos, sus tíos y sus padres. Tras haber estudiado un ciclo superior en Restauración y haberse formado como sumiller, lideró en solitario el comienzo de la cuarta generación, todo un reto que no solo consistía en sacar adelante Casa Carmela, sino que a ello se le sumaba la importante responsabilidad de dar continuidad al legado de un siglo, al esfuerzo incansable de sus antepasados.
A los habitantes de València, que suelan frecuentar los alrededores de la calle Calabazas, también les sonará el nombre de Alberola Lencería. Esta empresa se instaló allí en abril de 1923. Aunque en un primer momento se dedicaba a la venta de telas, pronto impulsó un taller propio para la confección de corsés. Cien años más tarde, cuenta con dos establecimientos más (Calle Maestro Aguilar y Hernán Cortés) y presenta un catálogo variado que incluye ropa interior, pijamas, prendas deportivas, de baño, de maternidad, de novia y accesorios.
Alfredo González Mataix Alberola es el actual gerente y representa la cuarta generación, en la que está acompañado por su hermana Belén. Para él, no hubo un momento preciso en el que tomase la decisión de dirigir Alberola, simplemente era algo que llevaba dentro desde muy pequeño. Recuerda con cariño pasar las navidades, las Fallas y las vacaciones escolares en la tienda, donde prestaba atención al trabajo diario de sus padres.
«El día que cumplimos cien años, este 2023, cuando llegó la noche y llegué a casa pensé en cómo se sentirían. Realmente estamos siguiendo su ilusión, su sueño es nuestro sueño, estamos continuando lo que ellos inventaron. Te preguntas ''¿Estarán orgullosos?'' ''¿Qué hubieran dicho?''. El negocio no lo he inventado yo, lo puedo mantener, puedo ir a buscar tendencias, ir a ver ferias, ver muestrarios… Pero todo empezó con ellos y, tanto mi abuelo como mi madre como nosotros, seguimos su ilusión», reflexiona al pensar en su bisabuelo y el hermano de su bisabuelo, los fundadores.
En la misma línea, esta vez en el municipio de Burjassot, encontramos la firma de Camilo Miralles, un taller de indumentaria que encarna el arte sedero valenciano. Aunque se desconoce la fecha exacta de su creación, el documento más antiguo asociado al emprendimiento es un inventario de 1885, por lo que su actividad se remontaría a años atrás. Originalmente, se estableció en Alcoi, más tarde se trasladó a Foios y, en 1915, se asentó definitivamente en Burjassot debido a que los tejedores y tejedoras eran residentes de esta localidad.
El actual propietario, Francisco Miralles, encabeza desde hace cuatro décadas la quinta generación del comercio familiar. Al principio, su futuro iba encaminado hacia otra rama, pues estaba estudiando Ciencias Empresariales y Económicas, pero un día algo hizo clic. Emitían en televisión un nuevo capítulo de La Saga de los Rius, una serie cuya trama aborda la vida de una familia catalana dedicada al sector del textil. «Ahí se daba un relevo generacional y me pregunté ''¿por qué no?''. Podía aplicar la carrera al negocio y participar directamente en él, mantener esa tradición. Fue un punto de inflexión, me di cuenta de que mi camino no era meterme en un banco, no era estar detrás de un mostrador o en un despacho haciendo préstamos. Vi que mi futuro era estar entre telares y así lo hice», narra.
Superar las crisis
Estas tres empresas han vencido todo tipo de obstáculos hasta llegar donde están hoy: una guerra civil, otra mundial, dos dictaduras, una pandemia y diversas crisis económicas son tan solo algunos de los desafíos que han marcado su trayectoria. Y ahí siguen, al pie del cañón pese a las adversidades. El último de los acontecimientos históricos que ha hecho temblar su estabilidad ha sido la pandemia de la covid-19, en 2020, que llegó de forma inesperada y acabó con vidas, proyectos de futuro, rutinas y puestos de trabajo, sin posibilidad de adelantarse a aquello que estaba por venir.
De un día para otro, un confinamiento total que paralizó por completo el ocio, así como las interacciones sociales. Un golpe seco y contundente a muchas industrias, pero, en especial, a la hostelería. Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de ocupados en este sector descendió en más de un 20% el primer año de la pandemia.
«Era algo nuevo para todos los sectores, pero yo creo que la hostelería es el que más ha sufrido, porque es donde la gente se reúne y donde supuestamente había más problema de contagios. Las empresas que se han mantenido son las que han tenido cierta liquidez económica para aguantar esta pérdida de oportunidad de negocio durante dos años y medio. Hemos estado muchos meses con un 30% o 50% de aforo; llegamos a tener a un 40% de la plantilla en ERTE», lamenta Toni Novo, quien añade: «cuando salimos del confinamiento era una locura salir a comer, salir a cenar, disfrutar de lo que en un tiempo no habías hecho. El año 2022 fue mejor que 2019. Ahora se está nivelando, ya no existe esa euforia».
Francisco Miralles también recuerda la incertidumbre vivida debido a la covid-19: «La pandemia han sido dos años de cero. Se hacía algo de ornamento litúrgico, nada de fallas, nada de valenciana… Se ha padecido mucho. Tenía que aguantar, no me puedo dedicar a otra cosa, y el textil me apasiona. Las ayudas han sido mínimas, escasas, y los ERTE han ayudado a mantener los puestos de trabajo, pero no han sido una medida efectiva».
Este ha sido el bache más reciente, pero no el único. Uno de los más graves se dio al estallar la Guerra Civil, que tuvo como consecuencia el cierre indefinido de Camilo Miralles y Alberola Lencería. La primera se vio obligada a cambiar su modelo de producción, con la fabricación de paracaídas, monos para milicianos y productos de armamento de guerra. La segunda todavía conserva en sus instalaciones un calendario de 1936.
Una revolución imparable
No tienen tregua. A la vez que hacen frente a las dificultades externas, sobre las que no tienen capacidad de influencia, deben estar alerta a los cambios que repercuten en su labor. En 1923, quedaba todo un mundo por descubrir y, en 2023, resulta complejo conocer en profundidad los recursos que hay por explotar. El paso de los boomers a la generación X, a los millennials y a la Z; cada una con intereses distintos y formas —a veces— opuestas de ver la vida. La digitalización, una globalización acelerada, el desarrollo de la inteligencia artificial… Nadie puede quedarse atrás, por lo que saben la importancia de comprender la transformación del perfil de sus clientes y evolucionar al mismo tiempo.
Este progreso ha ayudado mucho. Camilo Miralles puede llevar su potencial a cualquier parte del mundo, solo con compartir contenido en redes sociales. Alberola Lencería realiza pedidos online a toda España. Casa Carmela resalta el impacto positivo del AVE entre València y Madrid —ahora potenciado con la aparición de compañías lowcost de alta velocidad—, así como el incremento de turistas extranjeros en los últimos años. De hecho, una encuesta global de InterNations ha clasificado la capital de la Comunitat Valenciana como la mejor ciudad del mundo para vivir.
La tecnología nace para facilitar las cosas, repercutiendo en el sistema tradicional. Así lo expone Francisco Miralles: «La organización ha cambiado, porque la informática ha entrado en el proceso productivo. Un tejedor puede llevar varias máquinas y, desde un ordenador central, puedes programar cómo se teje en cada una. Cada vez vemos menos personal, desgraciadamente, y cada vez hay más tecnología. Ha avanzado muchísimo y permite unas telas riquísimas que imitan a las del telar manual, que se está perdiendo». Además, existe otro elemento determinante: «El telar manual tiene un coste de mano de obra muy elevado que influye en su precio», apunta.
El relevo también es crítico: «Las nuevas generaciones van por la rapidez, por la inmediatez, y el problema es que falta paciencia. El secreto de este oficio es la paciencia. Creas un tejido y, en un día, haces quince o veinte centímetros como mucho. Al día siguiente lo mismo. La concepción de la sociedad no va por ahí. Sí que es cierto que la tecnología nos está ayudando a que la rapidez se pueda conseguir con mucha calidad, pero en los telares manuales no puedes hacer eso», explica. Por ello, encontrar profesionales cualificados es cada vez más complejo. Ante esta problemática, piden un apoyo directo por parte de las instituciones para crear una escuela de tejedores, con el fin de formar a personal joven y que el oficio no se pierda.
El cambio de mentalidad de la población se da a la par en la demanda. Como ejemplo, Alfredo González Mataix Alberola señala: «Antes, cuando una novia se casaba se dejaba dinero, porque compraba el lote completo: pijamas, camisones, ropa interior… Ahora, cuando te casas ya estás viviendo con tu pareja, no se ve necesario».
Asimismo, los hábitos de compra también se han visto condicionados por el consumo de masas y el despliegue de los grandes almacenes o franquicias amenaza la inversión en comercios locales. ¿Cómo es posible competir con Amazon, una corporación multimillonaria con envíos en 24 horas (o menos) y miles de modelos disponibles? ¿Qué hay de multinacionales como Inditex o grupo Calzedonia, presentes en todos los centros comerciales?
Para Alfredo Gónzalez la respuesta es clara: no hay que competir. «Nunca vamos a entrar en guerras con Intimissimi; las cadenas ya tienen bastante guerra entre ellas. Nosotros seguimos nuestro camino, con calidad, con buena atención, que cada vez que alguien venga se lleve un recuerdo y una experiencia. No somos una tienda más, estamos especializados. Hemos seguido nuestra filosofía: llegas con tu necesidad y nosotros lo que hacemos es luchar hasta conseguirla. Tenemos personal muy preparado que lleva trabajando aquí 45 años», destaca.
La fórmula del éxito
De esta manera, aportar un valor añadido es crucial para sobresalir entre la inmensa variedad de opciones que el consumidor tiene a su disposición. Preguntado por la clave para alcanzar el triunfo, Toni Novo declara: «La fórmula es intentar ser mejor cada día. Si antes éramos diez trabajadores, ahora somos 47. Somos cuatro veces más trabajadores y estamos en cinco veces la facturación de 2011. Cuando yo cogí las riendas del restaurante, cambiamos un montón de cosas. Mil cosas que, a lo mejor, de forma individual son irrisorias, pero cuando las vas sumando a nivel de servicio, decoración, cuidados, cristalería, mantelería… Siempre hemos respetado la propuesta; podemos modificarla, ampliarla o mejorarla, pero manteniendo propuesta tradicional valenciana de productos de mar, de proximidad y platos tradicionales».
Además, insiste en la importancia de contar con un buen equipo: «De abril a octubre, hacer una media de 80 o 90 paellas todos los días es un esfuerzo brutal. Una casa como esta, que tiene una media de 270-300 comensales todos los mediodías, es muy difícil de ver. Son muchos años de dedicación, de motivar al equipo, de que vean que esto es un trabajo, pero es su casa».
Con pequeñas variaciones se consiguen grandes resultados. Así pues, se busca encontrar el equilibrio entre innovación y tradición, conservando la esencia de la empresa, con una visión más moderna y receptiva al cambio. Por ejemplo, Francisco Miralles pone el foco en las tendencias, al mismo tiempo que sostiene la filosofía que ya existía siglos atrás, basada en la personificación, la exclusividad, el contacto directo y la fuerte involucración con cada trabajo.
Afirma: «Cuando los gustos de la sociedad están cambiando continuamente, tienes que estar atento y amoldarte a ellos, no que ellos se amolden a ti. No decir ''bueno, como mi padre o mi abuelo hacían esto, voy a continuar haciéndolo''. Eso es un error. Tienes que darte cuenta de las necesidades y aplicar lo que tú sabes hacia ahí: entras a redes sociales, en la calle ves cómo va la gente vestida… Tampoco haces unas modificaciones excesivas. Ese es el secreto, no hay otro».
En este proceso también pesa un componente emocional. Alfredo González subraya: «A veces es un reto personal, la ilusión de continuar lo que empezaron los tuyos. Has visto cómo generación tras generación la cosa ha ido cambiando, es seguir el legado que te dejaron, mantenerlo y ponerte al día según evoluciona el mercado».
Valores arraigados
El camino hacia la renovación no es sencillo y es habitual que haya discrepancias entre predecesor y sucesor. Tal y como coinciden los empresarios, este se da cuando el nuevo propietario comienza a dejarse llevar para desarrollar ideas creativas, rompiendo con algunas de las pautas clásicas.Se trata de encontronazos naturales, que forman parte del proceso y se olvidan rápidamente. «En el momento en el que empiezas a moverte más, tienes un conflicto con tu antecesor. Cada uno tiene unos pensamientos y ahí existe un choque que puede ser fuerte, pero al ser familia se pasa. Estás haciendo el cambio generacional y la forma de trabajar es distinta», enuncia el gerente de Alberola Lencería.
Por su parte, el dueño de Camilo Miralles agrega: «Las riñas son de cuchillo. Cuando alguien intenta imponer su criterio, porque cree que es lo mejor, ahí viene el choque. Cada uno da su opinión y, al final, se lleva bien porque es familia. Aquí no han entrado todavía sobrinos, al ser madre e hijo es más sencillo por el vínculo familiar».
Mientras unos se despiden del oficio de una vida —en este caso de varias—, otros inician una sucesión para la que en la mayoría de ocasiones no hay un protocolo establecido. Desde una temprana edad, el negocio se convierte en su segundo hogar y desarrollan una pasión que, combinada con el aprendizaje, da sus frutos. De momento, ya han soplado cien velas, quién sabe cuántas más están todavía por prende.
«Efímera esperanza de vida»
Las empresas familiares suponen el 91% del total en la Comunitat Valenciana y el 89% a nivel nacional, según los datos del Instituto Valenciano para el Estudio de la Empresa Familiar (Ivefa). De esta manera, se consolidan como un motor de gran peso para el desarrollo económico.
La institución nació en 1997 y se afianza como «el espacio y la voz de la empresa familiar», apoyando a un colectivo que, a día de hoy, tiene una efímera esperanza de vida. En concreto, la probabilidad de pasar una generación (de 18 a 40 años) es del 66,67%, un porcentaje que se reduce al 14,67% en la segunda (de 37 a 48 años) y decae al 5,33% en la tercera (de 52 a 79 años). Así, cumplir cien años no resulta nada fácil. Tal y como recoge una investigación realizada por Cámara de Comercio de Valencia, en la provincia de Valencia alrededor de 480 compañías han alcanzado un siglo de recorrido. Para valorar su dedicación, la entidad realiza una entrega anual de galardones, desde que ella misma llegó al centenario.
En palabras del presidente del Ivefa, Francisco Vallejo: «La empresa familiar se construye con esfuerzo, pasión y mucho amor. Sus necesidades son especiales y encauzarlas con sabiduría es la clave para que la historia continúe con éxito».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 109 (noviembre 2023) de la revista Plaza
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