Hace ya algunos años que dejamos atrás la carrera espacial, pero ese concepto de volver —o conseguir, por primera vez, para algunos— a pisar la Luna ha llevado a empresarios millonarios a idear nuevos proyectos. Mientras tanto, surgen algunas preguntas que jóvenes emprendedores intentan resolver, como qué semillas se podrán plantar, qué capacidades habrá que tener o si la especie se podrá reproducir
21/01/2024 -
VALÈNCIA. Hay quien está convencido de que ha llegado la hora de que el hombre empiece a abandonar la Tierra, y expanda su presencia por otros planetas, si quiere garantizar la supervivencia de la especie. El cambio climático y el imparable crecimiento de la población mundial así lo exigen.
No es una visión catastrofista. La Tierra acumula cinco episodios de extinción masiva de especies, entre plantas y animales y, ahora, se supone que la sexta ya está en marcha. La principal diferencia que apuntan los científicos es que las primeras acontecieron por fenómenos naturales, mientras que la actual la impulsa la frenética e imparable actividad humana.
La buena noticia es que, también, entre los humanos ha surgido algún espécimen dispuesto a enmendar el error y pasar a la acción antes de que sea demasiado tarde. Solo hacen falta dos cosas: estar un pelín loco y, como apunta Francho García, «tener muchísimos millones, más incluso que sus gobiernos». Que reúnan ambas condiciones, a escala global, por ahora parece que solo hay tres hombres: Elon Musk, Jeff BezosyRichard Branson.
Al primero corresponde el proyecto de Space X, el más ambicioso de todos, con el sueño de establecer una ciudad autosostenible en Marte. Al fundador de Amazon corresponde Blue Origin y, al multimillonario británico, Virgin Galactic; en ambos casos, con el foco puesto en la industria del entretenimiento y el turismo espacial.
La diferencia estriba en que Bezos aspira a poner a millones de personas en órbita, mientras que las naves de Branson, por ahora, solo permiten experimentar la ingravidez y disfrutar de increíbles vistas de la Tierra a unos pocos.
Referentes nacionales en Europa
Con gigantes como los señalados, al resto de emprendedores interesados en el espacio parece que solo les queda el papel de comparsa, aportando ‘pequeñas’ contribuciones tecnológicas a la industria. «En Europa es todo muy aspiracional», continúa Francho García, CEO de Arkadia Space, especializados en el desarrollo y comercialización de motores y sistemas de propulsión química en vez de eléctrica. Su apuesta por el combustible verde se basa en el uso de peróxido de hidrógeno de alta concentración y alto rendimiento.
La compañía nace en la Comunitat Valenciana, en diciembre de 2020, gracias a la unión de cuatro ingenieros con dilatada experiencia. Hoy, se emplaza en el aeropuerto de Castellón, está próxima a reunir a un equipo de quince personas, y han cerrado una ronda de inversión por valor de 2,8 millones de euros con la entrada en el capital, entre otros, del astronauta Pedro Duque y Antoine de Chassy, fundador de la empresa espacial Loft Orbital. Una notable carta de presentación para la startup.
PLD Space, el gran referente de la Comunitat Valenciana, esta emplazada en la ciudad alicantina de Elche y se presenta como «la empresa de microlanzadores más avanzada de Europa». El foco del negocio lo tienen puesto en transportar satélites al espacio, mediante el diseño, desarrollo y fabricación de sus propios cohetes. Pangea Aeroespace, también orientada al desarrollo de motores; UARX Space, cuya misión es «proporcionar servicios de transporte en el espacio a destinos no tradicionales, desde órbitas bajas de la Tierra hasta la Luna y el espacio profundo», u Open Cosmos, capitaneada por el mallorquín Rafael Jordà, aunque figure como empresa británica, son, todas ellas, prueba del talento nacional. De hecho, España se sitúa en el quinto puesto de la industria espacial en Europa, por detrás de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. A juicio de Francho García, de Arkadia Space, «cualquiera de ellas podría aplicar a ese futuro de la especie humana multiplanetaria».
La dieta en el espacio
Pero como no se trata solo de disponer de la tecnología que permita desplazarnos al espacio, sino también de establecer asentamientos allí, existen otras propuestas de base científico-tecnológica que se preocupan por nuestra nutrición en la Luna o en Marte.
Enmarcada dentro de lo que se conoce como la agricultura espacial surge Green Moon Project, una iniciativa que lidera el joven ingeniero malagueño José María Ortega, para la construcción de invernaderos en la superficie lunar y conseguir los alimentos in situ. El proyecto, multidisciplinar, consta de tres grandes pilares: la ingeniería espacial, la geología planetaria y la biología vegetal. Cada pata cuenta con un coordinador y con la participación de distintas entidades especializadas.
Las pruebas y ensayos biológicos se llevan a cabo en Granada, con la colaboración del laboratorio Innoplant, coordinador biológico del proyecto. Utilizando simulantes de regolito lunar, investigan las semillas que mejor cultivan en el terreno espacial. Han hecho pruebas con lechuga, espinacas, pimientos, zanahoria, distintas variedades de tomate o rábanos.
Según Eva Sánchez Rodríguez, directora gerente de Innoplant, «todos ellos son productos hortofrutícolas de pequeño tamaño y ciclo de crecimiento rápido», aunque realizan también pruebas con cereales, como el maíz o el trigo. Los desafíos principales a los que se enfrentan se hallan en la hostilidad atmosférica del planeta lunar, especialmente en lo que atañe a las radiaciones y sus extremas temperaturas, y el problema de la gravedad, seis veces menor que en la Tierra. En la pata biotecnológica, colabora también la empresa granadina Herogra Group, encargada de identificar las bacterias capaces de fertilizar el sustrato con condiciones bioestimulantes.
Además de dar apoyo a los sistemas de soporte vital de las futuras misiones tripuladas en el espacio generando alimentos, el objetivo es proporcionar oxígeno y eliminar dióxido de carbono.
El proyecto, de capital intensivo, cuenta con el respaldo económico de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía y del Gobierno autonómico, pero necesitan mucho más.
Por cierto, entre los resultados obtenidos hasta ahora, es el rábano el que mejor comportamiento ha demostrado en el entorno lunar.
Como en Marte, pero en la Tierra
De todos los proyectos con miras interplanetarias que se están desarrollando en España, tal vez corresponda a Astroland Interplanetary Agency el mérito de ser el más prosaico de todos. Emplazados en el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria, la idea de negocio la concibe David Ceballos, su CEO. Arrancó simulando una colonia humana en Marte, dentro de una cueva acondicionada del municipio de Arredondo. Se trata de un espacio denominado Ares Station, en el que se emulan «las duras condiciones de la vida en Marte».
La cavidad tiene una altura de 50 metros de altura y 1,2 km. de largo, y el emplazamiento permite un acceso controlado. Los astrolanders, como los llaman ellos, se someten en ella a un programa de entrenamiento y desarrollo de habilidades para sobrevivir en una atmósfera tan hostil para la vida del hombre como la de este planeta. Lo concibe como un sandbox, en el que someten a los humanos a pruebas de resistencia física, social y psicológica, y poder, así, corregir desde la Tierra posibles disfunciones antes de que lleguemos a habitar Marte.
Al objeto de desarrollar las habilidades y la tecnología necesarias para establecer colonias humanas en Marte, Ares Station «está provista con laboratorios de investigación, elementos necesarios en ambientes hostiles al ser humano como trajes de astronauta, ropa técnica para las diferentes misiones, cápsulas de vida, laboratorio de cultivos hidropónicos, sistemas autónomos de producción de energía y agua, impresoras 3D, cocina, zonas de ocio, gimnasio, kits de supervivencia, comida adaptada a las necesidades de los tripulantes, robot explorador, medidores y sensores». El otro componente de la agencia corresponde al que llaman Centro Espacial, desde donde monitorizan en remoto «todos y cada uno de los aspectos de la misión».
A medio camino entre la ciencia y un parque temático, lo que algunos consideran una «iniciativa marciana», cuenta con el apoyo económico del Gobierno de Cantabria y presumen de la participación en el proyecto de algunos científicos. Antonio Guillén, catedrático de Biología, o Gabriel G. De la Torre, miembro del laboratorio de Neuropsicología y Psicología de la Universidad de Cádiz, son algunos de los nombres que aparecen en la web.
A reproducirse, a la tierra
En cuanto a la reproducción humana en el espacio, otra condición indispensable para la supervivencia de la especie, es, según algunos, otra incógnita sin resolver de la vida multiplanetaria. Para despejarla, la marca alemana We-Vibe contrató a un equipo llamado Erobotics Research Consulting, para que investigara el asunto del que resultó el estudio Sex Tech in Space? Los hallazgos ponen de manifiesto que la falta de gravedad, la ausencia de privacidad o la dificultad para eliminar líquidos son algunas de las causas que complican el acto sexual en órbita.
Según Paul Root Wolpe, exbioético de la NASA, «necesitamos saber más sobre la sexualidad en el espacio, si nos tomamos en serio los vuelos espaciales de larga duración», así que, antes de hacer las maletas, tendremos que hacernos con una copia de seguridad en la Tierra.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 111 (enero 2024) de la revista Plaza
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