En 1989 nació un centro pionero y de referencia a nivel estatal tras una época oscura y de represión, el franquismo. Era el Institut Valencià d’Art Modern, un destello en ese momento de grandes cambios y un referente. Han pasado treinta y cinco años desde entonces y, con sus luces y sombras, sigue siendo un faro del arte contemporáneo
16/02/2024 -
VALÈNCIA. Jean Dubuffet, Eduardo Arroyo, George Grosz, Francis Picabia, Josep Renau, Esther Ferrer, Estampa Popular, Zanele Muholi, Teresa Lanceta, Agustí Centelles, Miguel Calatayud, Mona Hatoum, Equipo Crónica… Un ojo poco avispado podría creer que artistas de orígenes, motivaciones, técnicas y enfoques tan distintos no tienen nada más en común que haber habitado la Tierra. Pero tal ojo estaría en un error, pues todos estos nombres propios convergen en el caleidoscopio creativo que es el Institut Valencià d’Art Modern. Ahora que alcanza los treinta y cinco años de vida, el imaginario del centro se nutre de una colección de más de quince mil piezas, pero también de un programa expositivo que defiende la potencia transformadora del arte y la capacidad revolucionaria de la mirada.
La del IVAM es una fábula sobre la creación contemporánea que no puede entenderse sin unas cuantas coordenadas fundamentales. Las cosas podrían haber ocurrido de muchas otras maneras, pero ocurrieron así.
Asomarse al origen de esta institución implica un juego de saltos en el tiempo. Vamos allá. 1986, el IVAM como proyecto empieza a enseñar las orejas en el horizonte con Tomás Llorens al frente. Pasamos un par de calendarios y nos plantamos en 1989. Carmen Alborch inaugura el Centro Julio González y cuenta con Vicent Todolí como director artístico. Damas y caballeros, ha nacido un museo. Y no uno cualquiera, sino un centro pionero y de referencia a nivel estatal. Tras las grisuras del franquismo, el territorio valenciano ansía un despertar cultural propio. Y aquí llegan puntuales dos figuras destinadas a configurar el marchamo del IVAM: los artistas Julio González (1876-1942)e Ignacio Pinazo (1849-1916). Las obras de ambos (donadas o adquiridas) se erigen en cogollo fundacional del museo y marcarán buena parte de su personalidad y sus líneas programáticas.
«Es fundamental entender la importancia del IVAM en la València de los ochenta y con un incipiente estado de las autonomías. Es el modelo de museo autonómico por antonomasia dentro del estado español: por primera vez no era un museo nacional. Sentó un precedente», recuerda Álvaro de los Ángeles, crítico de arte, comisario y editor en La Documental. Eso sí, admite que los años noventa del IVAM «se idealizaron. Era una época sin internet, en la que no se viajaba tanto; todo lo nuevo que llegaba se recibía con muchísima emoción».
Para Núria Enguita, directora del IVAM desde 2020, esta entidad constituyó «un revulsivo en el panorama cultural, gracias a un excelente programa expositivo, un imponente edificio en el centro histórico y una colección inimaginable para un museo, entonces, en la ‘periferia’. En estos treinta y cinco años, el IVAM ha sido permeable a los cambios sociales. Se ha transformado en un lugar abierto a la escucha y la reflexión y ha experimentado un cambio de paradigma que implica revisar las narrativas establecidas e incorporar cosmovisiones diferentes».
Pero regresemos a González y Pinazo. Como explica Philippe Grimminger, responsable de la Fundación Julio González, las 360 obras del autor que alberga el IVAM la convierten en la colección más importante del artista, «lo cual permite al museo beneficiarse de la influencia internacional de González. Logra que el IVAM trascienda fronteras en cuestiones como solicitudes de préstamo, participación en exhibiciones, congresos, etc.».
«Contar con el trabajo de Pinazo permitió al IVAM una mayor vinculación con el territorio y la sociedad valenciana. Formó parte de una serie de instituciones organizadas en la autonomía valenciana; es decir, de un proyecto cultural más amplio», explica José Ignacio Casar Pinazo, bisnieto del pintor, exdirector del Museo de Bellas Artes de València y responsable de la Casa Museo Pinazo. Deslizándose hacia el presente, lanza él mismo un interrogante aparentemente espinoso: «¿Se ha quedado viejo Pinazo?». Y aquí su propia respuesta: «Núria Enguita y Vicente Pla han sabido ver más allá de una lectura clásica de su obra. El IVAM enseña que no debemos menospreciar lo antiguo, que en lo antiguo caben otras visiones. A la tradición puedes acercarte de maneras diferentes».
Ahondando en el afortunado match entre esos dos autores fundacionales y el IVAM, cabe preguntarse qué ha supuesto esta conexión estable y duradera para la herencia de ambos. «Si el legado de Pinazo se hubiera quedado exclusivamente en el Museo de Bellas Artes probablemente no estaría teniendo las lecturas presentes, ni artistas actuales participarían en esas aportaciones». En el caso de González, narra Grimminger, «contribuyó a escribir la historia del arte gracias a una trayectoria artística pionera e innovadora. Muchos creadores jóvenes continúan inspirándose en su trabajo». No es de extrañar, pues, que la programación del IVAM siga caminos similares «y ofrezca tanto un amplio panorama del arte internacional contemporáneo como iniciativas sobre otros movimientos artísticos. Así, la obra de González continúa viva».
De esa revisitación y sus periferias sabe bastante Mar Arza, que en 2022 inauguró en el IVAM A pesar/A saber/A tientas, en la que hilvanaba una genealogía de la representación del cuerpo femenino. La propuesta planteaba una conversación entre esculturas de Julio González, piezas arqueológicas y obras propias. «En ese proceso hubo un aprendizaje salvaje… Fue un reto que te hace crecer, que te impulsa», relata.
Tertulias
LUCE es otro de los artistas cuyos itinerarios recientes germinaron al compás de la programación del IVAM. Habitual de las intervenciones urbanas y vinculado al universo del grafiti, trabajar junto a esta institución le supuso una entrada potente al mundo museístico. Su peculiar vínculo comenzó con el programa Confluències, en el que propusieron a doce creadores impulsar piezas para pueblos valencianos con menos de cien habitantes. De ahí surgieron otros proyectos, como Estudi Obert, donde el público del IVAM podía asomarse a su taller, o la propuesta de diálogo entre su proceso creativo y el de Pinazo a raíz de la muestra Pinazo en el espacio público.
«Es una oportunidad para formalizar y acercar facetas de mi trabajo a públicos a los que no hubiera llegado desde mi práctica más urbana. También es una responsabilidad; el arte debe ser un cuestionamiento constante —señala LUCE sobre su colaboración—. Sentir que mi investigación y sensibilidad se valoran y pueden resultar útiles para la ciudadanía resulta muy satisfactorio». Recientemente, la colección del centro ha recibido nuevos integrantes con la firma de LUCE, como Vitrina#4, que parte de observar la actividad de los trabajadores que instalan mupis en la ciudad. «Ahora no vamos a encontrar a una persona que pinte como Pinazo, pero en LUCE y en Pinazo encontramos a dos artistas que están haciendo lo mismo: fijarse en las calles, en la ciudad, aunque con distintos soportes, técnicas y acercamientos. Ambos escrutan la relación entre la sociedad y el espacio urbano», subraya Casar.
La vida profesional de Álvaro de los Ángeles está ligada al IVAM «por extrañas razones y coincidencias». ¿La primera? Empezó Bellas Artes el año de su fundación: «Recuerdo ir a que los propios autores te explicaran sus obras solamente para nuestra clase. Como es parte de tu educación, crees que ha existido siempre y no lo valoras tanto». Más adelante, cuando el IVAM atravesaba tiempos convulsos, integró la plataforma ExAmics de l’IVAM, «que no era algo meramente político, sino también profesional. No queríamos que una herramienta tan importante desapareciera o se denigrara como se estaba denigrando. Deseábamos trabajar en el ámbito valenciano y no tener que emigrar».
Pero su implicación más intensa y directa se dio durante la etapa de José Miguel García Cortés como director (2014-2020), cuando ejerció de subdirector general de programas y actividades culturales. «En mis etapas previas, exigí un buen museo público que se mantuviera ajeno lo máximo posible a la política, y como subdirector entendí que desde dentro podría contribuir a ello. Nos encontramos una máquina oxidada, desengrasada… con los trabajadores como si sufrieran un shock postraumático. Era difícil reactivar cosas que llevaban una década desactivadas».
«Salí decepcionado del IVAM, incluso por mi trabajo. Después la gente de allí me aseguró que sí se apreció mi labor. La relación con el director tampoco fue buena y me sentí utilizado. Pero hicimos cosas bien y rompimos esa sensación de que el IVAM era un búnker o un mausoleo. Conseguimos activar las relaciones del arte con otros ámbitos», relata. Su vínculo con el IVAM ha experimentado recientemente una nueva fase como coordinador del grupo de lectura. El gesto narrativo, centrado en tejer relaciones entre libros y proyectos expositivos.
Y ahora, hablemos de vil metal. De parné. De billetes. «En los primeros años deConsuelo Císcar, el centro disfrutó de un presupuesto alto, pero después vimos en qué se gastaba…», rememora De los Ángeles. Arribamos a la década más polémica del IVAM, la que contó con Císcar como directora (2004- 2014). Una etapa de excesos, que acabó con la gestora condenada por malversación de fondos, entre otros escándalos. A su controvertida figura le dedica el investigador Erik Harley un capítulo en su libro Pormishuevismo. Un movimiento artístico (Blackie Books). El divulgador especializado en especulación urbanística relata en este volumen que durante esa época se compraron obras «muy por encima de su precio de mercado, con desfases que alcanzaron incrementos del 1.520%». Entre los proyectos pantagruélicos de Císcar, Harley nombra la muestra Visiones del confín, «que abrió sus puertas durante 127 días y costó 300.000 euros» y también Arte español en la colección del IVAM, realizada en Shanghái: «Aunque normalmente los museos no pagan para que sus obras sean expuestas en el extranjero, esta exposición supuso un coste de 137.000 euros, es decir, 5.100 al día». Una última pincelada para comprender esta temporada tenebrosa: la iniciativa dedicada a Tono Sanmartín, el peluquero de la entonces directora, donde «el resultado fue catorce esculturas de cabello real patrocinadas por L’Oreal».
Y fondeamos en la etapa de De los Ángeles con García Cortés: «Cuando entramos, no había dinero para hacer nada. Eso se fue reconstruyendo poco a poco y claramente ayudó el Botànic. El regreso de un gobierno de derechas ha supuesto una merma en su presupuesto. Según tu capacidad monetaria podrás confeccionar una programación u otra». El crítico de arte introduce otra derivada relacionada con los dineros: el IVAM «tiene una colección propia que debe mantener y ampliar, eso implica gastos de conservación, almacenamiento…». Senda reivindicativa por la que también transita Enguita: «Necesitamos un sostén político que nos permita tener recursos suficientes para programar iniciativas de alto nivel».
Abordar los caminos del IVAM implica inventariar sus espacios. De las ubicaciones existentes y las proyectadas hacia el mañana, de metros cuadrados. Así lo relata De los Ángeles: «El IVAM nació con dos sedes: el Centre del Carme como espacio expositivo y el Centre Julio González; quitaron el Centre del Carme a cambio de una ampliación que nunca se hizo. Se han propuesto parches como la subsede de Alcoi o la nave del Parque Central, que ni sabe ni contesta. Incluso el solar trasero del edificio se convirtió en un parque que no está en condiciones de llamarse parque de esculturas». Enguita admite que la ampliación supone «un reto» que requiere del apoyo de las esferas políticas y económicas «para la apertura de otras sedes que fortalezcan la presencia en la ciudad».
Destellos
Turno para los momentos estelares en la cartografía expositiva del IVAM. LUCE rescata La creación abierta y sus enemigos: Asger Jorn en situación. «Resultó estimulante conocer de cerca las múltiples facetas del artista. A menudo se vincula o reconoce a un autor solo por una disciplina, pero hay tantos lugares de interés, caminos que se cruzan… Recorrerla me reafirmó en el ‘‘tú… haz, vive y luego ya se verán las relaciones entre los elementos, las etapas, las preocupaciones…’’». «Recuerdo episodios fantásticos como ir con la clase a la exposición de Richard Prince y que Juan Vicente Aliaga nos hiciera de traductor —señala De los Ángeles—. Además, participé en el montaje de la muestra de Gordon Matta-Clark». Por su parte, Arza elige la exhibición de Anni y Josef Albers: «Era maravillosa: las piezas, el montaje… Te permitía ver su contexto creativo y su colección de figurillas, de experimentos en joyería…».
Tras un puñado de párrafos de garbeo por la inmensa colección del IVAM, toca seleccionar unas cuantas piezas susceptibles de robarnos el corazoncito. De los Ángeles se decanta por los juguetes de Joaquín Torres-García o la obra de Calder. «Al ver de cerca la colección, me fascinó una pieza de Joan Miró que es la portada de la revista L’Avenir, carteles y piezas constructivistas, los papelitos Dadá… Esos trabajos demuestran las contradicciones de la creación: piezas ideadas para destruir el arte burgués acaban tratadas como obras de arte». LUCE ficha la Pierced Espiral de Robert Smithson, «es la pieza que da pie a la exhibición Hacer Paisaje. Smithson y su recorrido por los monumentos de Passaic me influyeron mucho». Y Arza confiesa sentir «una conexión personal» con Grand Buste Femenin, de Julio González, «una pieza importante en la investigación escultórica».
¿De qué está hecho el espíritu del IVAM?
«No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero sea cual sea, la suya es igual a la mía», puede leerse en Cumbres borrascosas. Partimos de la obra de Emily Brontë para preguntarnos, ¿de qué está compuesta el alma del IVAM? Abre fuego Casar, para quien la clave está en el reconocimiento de su colección: «Con esas piezas entendemos que el IVAM permite confrontar la producción artística contemporánea con su propia colección. Si unos fondos que abarcan todo el siglo XX permiten generar conversaciones desde tantos puntos de vista con el siglo XXI, algo se habrá hecho bien».
Al aparato Grimminger, quien destaca «la potencia» de las actividades para público joven y la creación del premio Julio González, «que ha permitido realizar exposiciones maravillosas». Y precisamente Carmen Calvo, quien recibió este galardón en 2022, apunta como elemento vertebral del ADN de la entidad «una mirada arriesgada que merece ser celebrada». No habla por hablar: Calvo asistió a la inauguración del IVAM, «el inicio de la apertura de una ciudad a la que faltaba identidad». Esa toma de contacto fue tan solo la primera: el museo cuenta con veintinueve de sus obras y, con motivo del premio Julio González, protagonizó una retrospectiva que atravesaba su trayectoria.
¿Las claves del IVAM contemporáneo según LUCE? «Visibilidad de grupos minoritarios, voluntad de internacionalización y de promover a jóvenes creadores e iniciativas que completan lo expositivo o buscan acercar el arte a la ciudad». Para Arza, una de las materias indispensables que integran el alma de esta institución es «relacionar la creación contemporánea más cercana con la internacional». Pero no todo está logrado. A continuación, un manojo de asuntos pendientes según su actual responsable: «Trabajamos en la modernización de la sede histórica. En los últimos años, hemos cultivado con intensidad nuestra relación con nuestro entorno y con otros públicos, pero debemos fortalecer los vínculos con colectivos y personas que aún no nos visitan».
Más allá de cartelas concretas, Enguita cree en el museo como «máquina de memoria que construye el presente, un mecanismo para entender de dónde venimos, dónde estamos y adónde podemos ir». En definitiva, una tribuna para «la pervivencia y transformación de nuestros ecosistemas culturales». ¿Qué nuevos nombres integrarán el caleidoscopio del IVAM en 35 años? Parte del juego es no saberlo todavía.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 112 (febrero 2024) de la revista Plaza
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