Los efectos de la inflación, sumados a la inversión en el sector y al atractivo de València como destino Erasmus y Sicue, han provocado una escasez de pisos con habitaciones para estudiantes; habitaciones que rondan los trescientos euros al mes
18/09/2023 -
VALÈNCIA. Encontrar una habitación en València se ha convertido en una tarea cada vez más complicada, o al menos a un precio asequible, y este verano no ha sido para menos. «Es una carrera. Quien llega antes se lo queda», comenta Marc Riera, un estudiante de cuarto de carrera que pagaba 190 euros mensuales en 2019, pero ahora no confía en encontrar una habitación por menos de 325 euros:«Llevo buscando desde mediados de mayo y no encuentro nada. Mi tarea se basa en entrar todos los días a portales inmobiliarios, tener tres mil mails de avisos y no encontrar nada. Todas las habitaciones superan los 350 euros y están en pisos muy antiguos».
Es imposible que una familia normal pueda llegar ahora a los precios que se piden. «Ya no es pagar el piso, es sumar los gastos, la comida y todo lo que conlleva vivir en la ciudad. Es caro», apunta María Francés, que llegó hace tres años de Concentaina a València para estudiar en la Universitat de València, y ahora duda sobre si podrá continuar en su piso: «El casero nos ha subido el precio y nos ha comentado que no le salía rentable alquilar por menos dinero. No sabemos qué puede pasar de un año para el otro».
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Se trata de una incertidumbre con la que viven muchos estudiantes, que cuentan con contratos de alquiler temporales o de renovación anual, lo que provoca que, cada verano, se encuentren en la disyuntiva de aceptar la actualización del contrato o buscar un nuevo lugar para vivir. A ellos se suman los que vienen de Erasmus, Sicue y movilidad internacional y aquellos que llegan por primera vez a València buscando estudiar un grado universitario. Todos pasan por un paso previo: la gran odisea de encontrar una vivienda a buen precio.
«No quiero pagar más por un piso de lo que le corresponde. Por el presupuesto que yo tenía cuando entré no queda nada. Ahora ya pasas a un mínimo de 325 euros», lamenta Marc, que considera que vivir en la ciudad durante el curso es una «obligación»: «Soy de Dénia; si no encontrara nada no podría estar estudiando en València. Necesito un lugar donde vivir bien y que me lo pueda permitir». Eso sí, al finalizar sus estudios solo se quedará en València si su sueldo se lo permite. «No quiero vivir hasta los treinta o cuarenta años en un piso compartido», explica.
De hecho, un buen número de las sillas universitarias las ocupan estudiantes cuyo núcleo familiar se encuentra a distancias que no superan un radio de 150 km. Sin embargo, la falta de conexión directa por transporte público de su municipio con la capital provoca que sea imprescindible volar del nido y compartir una vivienda. «Mi pueblo, Concentaina, no está bien conectado con València y es inasumible ir y volver todos los días para ir a clase», añade María. La estudiante se siente afortunada por haber conseguido hace unos años una vivienda a buen precio, aunque asegura que le costó encontrarla, pues la mayoría de las opciones contaban con «habitaciones muy pequeñas o en malas condiciones».
Otros estudiantes vienen a la Comunitat porque en sus autonomías no existen los estudios que quieren cursar. Es el caso de Lucía Costa, a quien le tocó emigrar en 2020 desde Albacete, con apenas dieciocho años, para estudiar en València. Este año, la historia se ha repetido con su hermana menor, Carla, que ha decidido buscar piso con amigas que se encuentran en la misma situación: «En estos últimos meses han subido los pisos un montón», apunta Carla, que asegura que la idea inicial era encontrar una vivienda de cuatro dormitorios por unos 800 euros, y finalmente se han quedado con una de 1.200 euros, «el límite del presupuesto».
Carla y Marc coinciden en resaltar apectos con los que han tenido que lidiar a la hora de buscar una habitación. El primero, las inmobiliarias, que algunas veces les han cancelado una cita el mismo día y aun habiéndose ya desplazado a València, porque habían alquilado ya el piso. La segunda, la diferencia entre las apariencias y las realidades: «Ves las fotos y cuando llegas te encuentras con que muchas cosas están peor», comenta Carla.
Ante el incremento de precios, los estudiantes pueden verse aliviados si consiguen ser beneficiarios de una ayuda del Ministerio de Educación, dotada hasta el pasado curso con hasta 1.600 euros anuales, y que para este nuevo ejercicio ha aumentado hasta los 2.500 euros. Una medida que permite un respiro ante un escenario cada vez más complicado con habitaciones que alcanzan los mil euros, tal y como apunta la presidenta de la Asociación de Empresas Inmobiliarias de la Comunitat (Asicval), Nora García, que califica de «bárbara» la subida experimentada.
«Cuando empecé en el sector, hace 26 años, eran menos de 200 euros por dormitorio y, desde hace cuatro años, la subida ha sido una locura, especialmente desde marzo de 2019», asegura García, que añade que esta situación viene provocada por la actividad de los inversores, que buscan «sacar la mayor rentabilidad, lo que ha llevado a los propietarios de toda la vida a subir los precios también». A todo ello se añade, según la presidenta de Asicval, la falta de pisos completos y el encarecimiento de estos, lo que ha provocado que más estudiantes opten por una habitación individual. El incremento de demanda unido al mantenimiento de la oferta es lo que ha causado también una subida de precios en el alquiler habitacional, asegura García.
Los que se salvan de la subida
Hay algunos pocos que se libran todavía de este incremento. Es el caso de Carlos Ramírez, cuya habitación situada en Benimaclet le supone un gasto de apenas 130 euros mensuales. Destaca, como puntos fuertes, la zona en la que se encuentra la vivienda y la proximidad a la mayoría de lugares que frecuenta, aunque, en el otro lado de la balanza, critica la falta de ascensor y la desactualización de muchos elementos del mobiliario y enseres. A pesar de ello, reflexiona: «Las habitaciones están bien, el piso es algo antiguo, pero para nuestro uso nos sobra. No necesitamos mucho más para vivir una vida de estudiantes».
Preguntado por si cree que podría encontrar un dormitorio por un importe similar, se muestra tajante: «Absolutamente no». «Mis compañeros y yo somos afortunados por tener este piso. Hay gente que paga más del doble que nosotros». Ante una posible subida de precio de su vivienda, Carlos se muestra «tranquilo», ya que la casera prefiere mantener al grupo actual de estudiantes que buscar nuevos integrantes. Aun así, señala: «Miedo siempre tienes, porque cuanto menos pagues mejor. Al final, somos estudiantes y tenemos la beca, pero no contamos con un trabajo».
Carlos, a pesar de vivir en una situación más privilegiada, dice conocer bien la realidad del sector a partir de las experiencias de personas cercanas: «Tengo amigos que han tenido que buscar mucho y darle mucha prioridad al precio, a pesar de tener algunas contrapartidas». «Hay muchos estudiantes que solo viven de las becas, porque necesitan estar centrados en su carrera. No puedes pagar 300 euros al mes viviendo solo de las becas. Tienes que pagar luz, agua, comida y demás gastos, y con solo la beca no se llega», añade.
Las opciones premium
El CEO de la inmobiliaria Live4Life, Alberto Añaños, señala que en los últimos años ha surgido un nuevo perfil de cliente «cada vez con más presencia», que busca un piso con unos acabados premium. Eso ha llevado a adecuar las viviendas a las nuevas necesidades, por lo que considera que es «difícil encontrar un piso que, estéticamente, de mobiliario esté obsoleto, como sí que lo era antes». Además, asegura que cada vez hay más familias dispuestas a destinar más dinero al alquiler de sus hijos para encontrar así viviendas «de mayores calidades». Añaños afirma que estas habitaciones se mueven entre los 350 y 380 euros mensuales.
Añaños destaca que en el Cap i Casal se pueden encontrar habitaciones con un presupuesto de entre 250 y 300 euros mensuales, aunque «en pisos desactualizados». «Es cierto que, a lo mejor, hace cinco o seis años había habitaciones muy económicas, pero en pisos extremadamente obsoletos», comenta el CEO de Live4Life, que señala que el parque de viviendas «no tiene nada que ver con el de hace cinco años», puesto que, en la actualidad, «la mayoría de los pisos están reformados y con mobiliario nuevo». «Ahora puedes encontrar precios económicos, cada vez son menos, pero, claro, el propietario no ha invertido en ellos», añade Añaños.
Sobre los barrios más demandados por los estudiantes, destaca Algirós como «el rey del alojamiento universitario», seguido de cerca por Benimaclet y la zona del centro de la ciudad. Además, observa un cambio de tendencia respecto al atractivo de El Cabanyal, «que ahora está super de moda». Este último barrio atrae el perfil de estudiante Erasmus o de otras zonas de España, así como de aquellos que tienen vinculación con el ecosistema de Edem y Marina de Empresas.
Las residencias, en auge
Más allá de los pisos existen otras soluciones habitacionales como es el caso de las residencias de estudiantes, cuyas plazas han ido en aumento en los últimos años, aunque se espera un crecimiento mayor en los próximos cursos. En concreto, el área de València cuenta con 3.750 camas, lo que supone una ratio de 28 estudiantes por cama, el doble que la media nacional. Es por ello que, en los últimos meses, varios grupos inversores han visto una opción atractiva de inversión el Cap i Casal, y, con la llegada de nuevas residencias, se prevé que, en 2024, se alcancen las 6.400 camas, según datos de la consultora JLL.
En el mismo informe, JLL sitúa a València como la tercera mayor receptora de estudiantes de otras provincias, con más de 27.000 alumnos foráneos. La ciudad recibe a más de cien mil estudiantes entre septiembre y junio, el 13% de ellos internacionales, que precisan de un lugar de residencia. A ello se suma que el 10% de todos los estudiantes matriculados en España lo hacen en València. Por todo esto, la capital del Túria se coloca entre una de las que mayor oportunidad de negocio ofrece.
Las residencias de estudiantes, por lo general, disponen de habitaciones amplias con posibilidad de cocina y baño privado y con una serie de servicios asociados como limpieza, lavandería, cocina, zonas comunes, sala de estudio, gimnasio y piscina, que varían en función del importe pagado y de la residencia elegida. Algirós, Ciutat Vella y La Patacona lideran las zonas preferidas por las residencias de estudiantes, aunque Benimaclet empieza a atraer parte de la inversión.
No obstante, hay jóvenes que no pueden llegar a permitirse el coste de una residencia, pero precisan de un alojamiento similar. Es el caso de Víctor Alonso, que llegó a València desde Barcelona «sin conocer a nadie», por lo que pensó que una residencia era «la mejor opción». No obstante, recalca que estos alojamientos eran «caros e inaccesibles», con precios de partida de seiscientos euros mensuales. Por ello, apostó por un híbrido entre piso y residencia: un edificio de dieciséis viviendas de cuatro habitaciones en el corazón de Benimaclet gestionado por una empresa. Esto le permitió poder acceder a un ambiente de residencia, que facilitó su adaptación a la ciudad, pero pagando unos cuatrocientos euros mensuales con los suministros y los gastos de limpieza incluidos.
En Alicante, Aitana Briet, estudiante de tercero de ADE, reconoce que se está empezando a notar la subida de precios y pide que exista «un límite», ya que, además, las viviendas habituales para el alquiler estudiantil «suelen ser antiguas y pequeñas». En Castelló de la Plana, Arnau Climent retrata una situación distinta, con un mercado de pisos de entre 170 y 220 euros en su mayor parte, y «con bastante disponibilidad» cerca de las facultades. Además, destaca que su universidad dispone de un portal donde anunciar habitaciones y pisos, que es bastante frecuentado por los estudiantes. En València esa función la realizan grupos de WhatsApp fruto de la iniciativa espontánea, que ya suman más de tres mil usuarios, y que se convierten en una opción para poder encontrar una habitación.
La situación se mantendrá
A la visión de la presidenta de Asicval se añade la valoración del CEO de Live4Life. Ambos descartan una bajada de precios, al menos a corto plazo. Añaños, que rechaza la visión de que exista una burbuja en torno al alquiler de viviendas para estudiantes, comenta que la rentabilidad de la inversión en València está en torno al 8%, por encima de Madrid y Barcelona. No obstante, sí apunta a que el sector está en un período menos puntero, pues hace unos cuatro años las rentabilidades podían llegar hasta el 11%.
Añaños, además, destaca una nueva tendencia a partir de los efectos de la nueva ley de vivienda: «Estamos viendo que hay muchísimos propietarios que por miedo a la okupación y a perder el control de sus viviendas están pasando su piso a alojamiento universitario y contratos de temporada, lo que para el estudiante va a ser positivo porque va a haber más oferta. Si la ley continúa, el importe o se va a estancar o no va a crecer al mismo ritmo que el de vivienda habitual». Una tendencia, que, no obstante, va a tener como perjudicados a «los usuarios principales de la vivienda habitual, que son las familias», al ver el stock reducido, y el consecuente incremento de precios.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 107 (septiembre 2023) de la revista Plaza
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