VALÈNCIA. A finales de los años sesenta, la situación de las mujeres norteamericanas había comenzado a cambiar. Tras una década plagada de cambios y revoluciones protagonizadas por los derechos civiles de la población negra, las protestas antibélicas por la guerra de Vietnam, la revolución sexual y las primeras reivindicaciones del colectivo gay, la gran deuda pendiente seguía siendo con el feminismo, que ya surcaba su segunda ola. Un cambio de mentalidad había tenido lugar. El objetivo primordial de las mujeres estadounidenses ya no era casarse y formar una familia; ahora querían realizarse profesionalmente y formar parte del mercado laboral con los mismos derechos que los hombres. Es ahí cuando entra en escena la actriz Mary Tyler Moore, cuya trayectoria era ya notable, e incluía papeles en series como 77 Sunset Strip y un sonado fracaso teatral con la adaptación de Desayuno con diamantes. También había actuado junto a Elvis en Cambio de hábito (1969). Pero el espaldarazo definitivo le llegó con The Dick Van Dyke Show. La cadena CBS quedó tan encantada con su exitosa aparición que le encargó un proyecto y le dio carta blanca para hacer lo que quisiera.
La idea que Moore presentó a la cadena no tenía precedentes: una comedia de situación donde la protagonista fuese una mujer emancipada que buscaba abrirse camino en el campo del periodismo televisivo. A la CBS le gustó la idea y el ejecutivo Grant Tinker —entonces marido de Moore— recurrió a dos de sus mejores guionistas para poner en marcha el proyecto. Allan Burns y James L. Brooks —años después sería también el padre de Los Simpson— presentaron una idea siguiendo las sugerencias de la actriz. Así nació el personaje de Mary Richards, una chica de provincias que, tras divorciarse, se traslada a Mineápolis para trabajar como secretaria en una cadena de televisión local. Allí le ofrecen un puesto como productora de informativos, pasando a formar parte de una plantilla de lo más variopinta que se convertirá en una nueva familia para ella. Burns y Brooks acertaron al lograr que la acción transcurriese lejos del glamur de ciudades como Los Ángeles o Nueva York, y el público se lo agradeció guardándoles fidelidad. No consiguieron que la CBS aceptara que Richards fuera una mujer divorciada. Demasiado escandaloso para 1970. Así que la Mary Richards que llega a la WJM lo hace tras una ruptura sentimental.
A pesar de las trabas insalvables, La chica de la tele consiguió su objetivo. Aquella comedia, que subvertía ciertas normas con naturalidad, convirtió a una mujer en busca de empoderamiento en un personaje altamente popular. La protagonista ejerció como prototipo de una nueva mujer en busca de igualdad de oportunidades, y el público aprendió a quererla y a entenderla riéndose con ella y con sus compañeros. Los diálogos eran agudos y los personajes estaban tocados por una varita mágica. La audiencia también recibió encantada a aquella redacción compuesta por personajes tan reales como cualquiera de nosotros. Estaba, por ejemplo, Lou Grant, magistralmente interpretado por Ed Asner, uno de los tres personajes de La chica de la tele que acabaría teniendo su propia serie. Grant es un jefe aparentemente duro, pero su actitud esconde a un tipo vulnerable que puede ser tremendamente divertido. Murray Slaughter es el redactor estrella, un tipo sarcástico donde los haya, que fue interpretado por Gavin MacLeod, que años después protagonizaría Vacaciones en el mar y que se presentó al casting de La chica de la tele para hacer de Lou Grant. El presentador del noticiero era Ted Baxter, un tipo vanidoso y exasperante como él solo. Fue soberbiamente encarnado por Ted Knight. Y no hay que olvidar a Sue Ann Nivens, presentadora del programa de cocina de la cadena, secretamente enamorada de Grant. Betty White, que también alcanzó la gloria con Las chicas de oro, fue quien se ocupó de darle vida.
Otros dos personajes femeninos resultaban fundamentales: la casera de Mary, Phyllis Lindstrom (Cloris Leachman, El jovencito Frankenstein) y la vecina de arriba, Rhoda Morgenstein (Valerie Harper). Ambas ejercían como contrapeso a las tramas centradas en lo profesional y aportaban situaciones hilarantes. Pero más allá de las carcajadas, La chica de la tele no tardó en tratar temas delicados como las relaciones prematrimoniales, la igualdad salarial entre hombres y mujeres o la homosexualidad. Los guiones también cambiaron como se mostraba la relación entre jefes y empleados, exhibiendo situaciones más complejas y menos estereotipadas. En su séptima temporada se tomó la decisión de ponerle fin a la serie. Eso permitió que los personajes pudieran despedirse del público. En el capítulo titulado El show final, el nuevo propietario de la cadena impone un cambio de política que conlleva el despido de la redacción. Entre la emotividad y la carcajada, este episodio sigue siendo considerado uno de los mejores finales de la ficción televisiva.
La serie de las secuelas
De La chica de la tele surgieron nada menos que tres series: Rhoda, que se emitió entre 1974 y 1978; Phyllis, que se mantuvo en la parrilla entre 1975 y 1977, y Lou Grant, estrenada después del final de la serie nodriza, y que tenía como protagonista al jefe de redacción, ahora trasladado a Los Ángeles y al frente de un diario. Fue la más exitosa y duradera.
La serie en datos
Duración: Del 19 de septiembre de 1970 al 19 de marzo de 1977. Siete temporadas.
Emisión: En España fue programada a principios de los setenta los domingos a la hora de comer.
Premios: Ganó 29 Emmys, un récord que mantuvo hasta que en 1992 Frasier se hizo con el trigésimo galardón.
El dato: La canción Love is all around fue compuesta e interpretada por Sonny Curtis, exmiembro de la banda de acompañamiento de Buddy Holly.
¿Cómo verla?: En DVD o Blu-Ray.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 107 (septiembre 2023) de la revista Plaza