La labor de los prácticos es esencial para la seguridad del puerto; se dejan la piel en cada maniobra y garantizan el buen funcionamiento del muelle. Un trabajo desconocido por la ciudadanía, de ahí que la Corporación de Prácticos de Sagunto haga un ejercicio de visibilizar su oficio, uno de los más antiguos que se conoce
17/02/2024 -
VALÈNCIA. Desde tierra, el puerto se antoja desconocido y un tanto frío, con esa silueta metálica dibujada por las grúas y pilas de contenedores cuyo interior es imposible de adivinar. Un lugar de apariencia tranquila, hasta que se produce la entrada o salida de buques que transportan mercancías en todo el mundo, perpetuando un comercio marítimo que se ha producido desde tiempos inmemorables, y más en Sagunto, cuyas raíces se encuentran en el seno de las civilizaciones íberas y romanas que allí estuvieron asentadas. Un trajín de mercancías de diversa índole, que llega a su destino gracias a la labor de los prácticos, un oficio esencial en el funcionamiento del puerto, pero que se torna invisible desde tierra, a no ser que se produzca la circunstancia de que entren en acción y la mirada se dirija a esa pequeña embarcación que se aproxima a un buque. Luego, si se aguza la vista, se verá que, en el palo del buque, ondea una bandera de colores rojo y blanco —es la conocida como bandera H de Hotel del Código Internacional de Señales (CIS)—. Y entonces, solo entonces, puede surgir la pregunta: ¿Qué es todo ese protocolo?¿Quién está al mando de esa maniobra? Eso, si se tiene la suerte de estar en el momento correcto y de que el puerto esté abierto a los transeúntes, que en el caso de Sagunto no lo está.
Esa invisibilidad es la que quieren romper los prácticos del puerto de Sagunto, ante la pena de que su profesión se desconozca, y más teniendo en cuenta que en sus manos está la seguridad del puerto y cada buque que entra o sale precisa de sus maniobras y asesoramiento. Son, dicho de otro modo, los directores de una orquesta que debe entonar la melodía perfecta para que su función pase desapercibida y el ritmo del puerto continúe sin percances. «Me duele que la gente no conozca lo que ocurre en el puerto y la importancia de nuestro trabajo», lamenta Sergio Bonilla, práctico mayor de la Corporación de Prácticos del Puerto de Sagunto. A sus espaldas tiene más de veinticuatro años de experiencia —en Sagunto lleva desde 2015—, que le avalan para el ejercicio de la profesión de práctico o pilot (piloto en inglés), como también se les denomina.
Bonilla habla con pasión de su oficio y conoce cada rincón y detalle del puerto de Sagunto y sus aguas, así como las características de los buques y las condiciones meteorológicas que pueden producirse. Un conocimiento que también tienen los otros cuatro hombres que forman la Corporación de Prácticos del Puerto de Sagunto: José María Blasco, Alberto González, Óscar Millares y Francisco Javier de Andrés Heredia. Son pocos, pero como también lo son a nivel nacional: hay 250 prácticos en toda España. Un colectivo muy reducido, pero esencial para el buen funcionamiento de los puertos.
En su caso, son los encargados de asegurar el dinamismo en el puerto de Sagunto, de que las embarcaciones fluyan sin generar ningún problema, garantizando la seguridad de todos, incluida la ciudad, pues el puerto de Sagunto se ha consolidado como el principal clúster siderúrgico a nivel nacional, además de mover tráfico de vehículos o granel líquido. «Trabajamos 24 horas los 365 días del año; durante la pandemia fuimos una profesión esencial y seguimos desempeñando nuestra labor», recalca Sergio Bonilla.
La conversación tiene lugar en su sede, recién inaugurada y que hace las veces de hogar. Seis camarotes, una sala de estar y una cocina para que las horas de guardia se hagan más llevaderas. Una vigilancia en la que están pendientes del teléfono y de la previsión de buques que llegarán o saldrán del puerto. La hora exacta la conocerán cuando reciban una llamada por el canal 12 de VHF Banda Marina solicitando su servicio. Entonces, toda la maquinaria se pondrá en marcha: los prácticos se suben a la lancha y se acercan lo máximo posible al buque que ha requerido sus servicios —en España, es obligatorio contar con un práctico en todas las embarcaciones mayores de 500 GT de registro—. Entonces, desde el buque se prepara la escala para que el pilot suba. «Para mí, subir o bajar por la escala es lo más complicado de la profesión, porque es muy inestable, de madera, y cuelga varios metros hacia una lancha que está en movimiento», comenta Francisco Javier de Andrés Heredia. Una acrobacia en la que arriesgan su vida, pues existe el riesgo de caer, especialmente cuando sopla el viento, por la noche o con el mar bravo. «Hasta ahora no he tenido ningún percance, pero un compañero nuestro sí que se cayó en una ocasión, aunque afortunadamente no le pasó nada grave», relata.
El puerto es su responsabilidad
Una vez a bordo y con la adrenalina de la subida calmada, un oficial acompaña al pilot hasta el puente de mando, donde se encuentra el capitán. Ambos intercambian unas palabras —en inglés, idioma oficial— sobre las características del puerto y del barco, para que el práctico sea capaz de guiar la maniobra, ya sea para atracar o salir del muelle. Sergio Bonilla recalca que ellos no sustituyen al capitán, pero sí le asesoran en relación al rumbo que ha de tomar y las maniobras náuticas relacionadas con el buque. Instrucciones que realizan sin tocar el timón ni quitarle el mando al capitán. Por hacer una similitud, el puerto es como el garaje de una casa, nadie mejor que ellos para dar las instrucciones precisas: «Conocemos cada detalle del puerto, las distancias entre muelles, las profundidades, las longitudes, las mareas, los vientos… así como las características principales de los buques». Bonilla lo explica recordando que su función es esencial en las operaciones de atraque, desatraque y movimiento interior de buques de ciertas y variadas dimensiones o registros. Además, como apunta Francisco Javier, son el primer contacto con la ciudad: «Ejercemos de embajadores, porque somos quienes les damos la bienvenida».
En esa maniobra los prácticos se sienten solos, atentos a lo que ocurre en el puerto y dentro de ese puente de mando. No tienen más ayuda que su experiencia y buen hacer. «En nuestro oficio también hay una parte de psicología, porque no todos reaccionan igual ante nuestras instrucciones», comentan sobre la tranquilidad y paciencia que deben tener. Asimismo, son los directores de orquesta porque, según el tamaño del barco, se puede requerir la participación de los remolcadores —embarcaciones especiales más pequeñas que contribuyen a mejorar la capacidad de maniobra— o de los amarradores —colocan los cabos que sujetan el barco a tierra—. «El práctico debe coordinar a todos los actores sin ser el protagonista, como un director de orquesta, para que nadie desafine y la función salga bien», comenta Sergio Bonilla. Con más de veinte años de experiencia, Sergio añade que es una labor que requiere «de mucha experiencia y concentración por la responsabilidad que implica». Francisco Javier asiente, quien admira a su compañero por «la facilidad con la que hace las maniobras».
Según explica Sergio, la labor de practicaje es garantizar la seguridad de las personas en el mar, de los buques y de las instalaciones portuarias, pues «las condiciones son cambiantes y debemos estar preparados para que nada ocurra, aun teniendo unos instrumentos malos o que las condiciones meteorológicas sean adversas». Y es que, a veces, se encuentran con circunstancias que complican la maniobra, como atracar un barco sin máquina o hacer mal un cálculo y quedarse a doscientos metros del muelle, situaciones que solventan con diligencia, porque «nuestra labor es garantizar la seguridad», y más teniendo en cuenta que el puerto de Sagunto es el principal clúster siderúrgico de España. De hecho, ambos comentan «el desastre medioambiental» que podría acarrear un fallo suyo.
Una profesión de fondo y de hombres
Un tráfico marino que es controlado por los cinco prácticos que se turnan para que nunca esté desatendido el puerto y cuyas edades, en su mayoría, no bajan de los cincuenta años. Un hecho que se debe a que el camino para llegar a ser práctico del puerto no es fácil ni corto. Todo lo contrario. Para convertirse en práctico en España, la persona debe cursar la carrera universitaria en Náutica y Transporte Marítimo, un año de prácticas en buque mercante; dos años como oficial hasta conseguir el título de Capitán de la Marina Mercante, dos como capitán en buques mercantes de más de 1.o00 toneladas y, con toda esa experiencia, se podrá optar a un puerto si sale una vacante y se supera el examen. Por tanto, pueden transcurrir más de diez años hasta que la persona se hace práctico en una corporación. «El camino es largo y difícil, pero merece la pena, porque es una de las metas más altas a la que puede aspirar un marino mercante», comenta Sergio Bonilla. Le secunda Francisco Javier de Andrés Heredia, que, a sus cincuenta años, lleva dos como práctico (desde 2022) y se siente «un aprendiz». Tanto que al hablar de su oficio le brillan los ojos, señal de quien está cumpliendo su sueño: «El conocimiento viene de la experiencia y a mí todavía me cuestan algunas maniobras», confiesa.
Según explican, funcionan como una empresa privada, aunque están regidos bajo las normas de la autoridad portuaria, organismo adscrito al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana: «En realidad, somos una empresa privada, porque gestionamos nosotros los ingresos y nos regimos bajo las leyes y normas de la autoridad portuaria». Tanto es así que, en estos momentos, están pensando en adquirir una nueva lancha para mejorar el servicio que prestan. Pero más que una empresa parecen una familia, con sus nombres en los camarotes, la complicidad que se ve entre ellos al hablar y ese amor por el mar que comparten. «Pasamos muchas horas juntos», bromean.
Aunque bien es cierto que ser práctico es la máxima aspiración a la que se llega como marino, la conciliación familiar también inclina la balanza para buscar otras alternativas sin dejar de vista el mar. Ese fue el caso de Sergio y de Francisco Javier: «La vida como capitán es agotadora, porque te pierdes parte de la vida de los demás, lo que pesa aún más cuando quieres formar una familia y tener hijos». Por ello decidieron dejar esa vida atrás y opositar como práctico, que comportaba unas mejores condiciones laborales —«aunque tenemos que hacer papeleos», matizan—, mientras que como capitanes estaban más de un mes en alta mar. «Trabajamos mucho, pero estamos más tiempo con la familia», comentan.
"Ser práctico es una de las metas más altas a las que puede llegar un marino mercante"
Un desgaste que también hace que haya menos mujeres ocupando puestos de mando en las embarcaciones. Es el caso de la mujer de Sergio, Nuria, que también trabajaba en Sant Carles de la Ràpita —fue allí donde se conocieron— y llegó a ser oficial: «La vida en un barco es muy dura, porque estás cuatro meses embarcada y uno o dos meses en casa, por lo que los lapsos de tiempo al final pesan». Además, sostiene que en su tiempo —tenía 25 años— «la vida en el barco era muy endogámica y no muy enriquecedora». Tanto que hoy vive alejada del mar: «Decidí dejar aquella vida y dedicarme a otras cosas». Cuenta su propia experiencia y de hace unos años, pero la realidad hoy es que cada vez son más las mujeres —aunque se cuentan con los dedos de una mano— que deciden ser prácticos, como Macarena Gil Navarro, que rompió el techo de cristal al obtener el puesto de práctico de puerto en 2015, concretamente en Algeciras. «Las cosas han cambiado, aun así es una vida dura», sostiene Nuria, haciendo referencia a las renuncias que se deben hacer para alcanzar ese puesto, y más como mujer.
Su pasión por su oficio es lo que les lleva cada día a arriesgar su vida subiendo la escala, a estar en guardia todos los días del año, velando por la seguridad del puerto. Lo hacen no por reconocimiento, sino porque aman su trabajo y ejercen su profesión en la sombra, aunque con la esperanza de que cada vez más gente mire al puerto y, al ver sus lanchas los reconozcan, sepan que son los prácticos, los verdaderos guardianes de los puertos. Será entonces cuando su labor sea menos invisible y la sociedad deje de ver los puertos como algo hostil.
Un libro para visibilizar su trabajo
El fotógrafo José Luis Iniesta estuvo varios meses conviviendo con los cinco prácticos del puerto de Sagunto para retratar su día a día, trabajo que derivó en el libro Pilots (NPQ Editores). Un libro de fotografía cuyo objetivo, como apunta el propio Iniesta, es «construir un relato que permita hablar visualmente de una actividad muy poco conocida fuera del ámbito portuario. Mostrar el prestigio profesional de la corporación y generar la herramienta de divulgación». Un trabajo que se vincula a su manera de ver la fotografía corporativa «desde la naturalidad y la cercanía, con la intención de mostrar la realidad para romper la barrera de la desconfianza». Y es que, en cada proyecto, José Luis Iniesta se mete en la piel de las personas para captar su esencia, realizando un trabajo documental cercano, que hable de valores y muestre la esencia de las personas que lo forman. «En mi método de trabajo intento conocer, entender y comprender a mi cliente para poder hablar de él a través de las imágenes», comenta.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 112 (febrero 2024) de la revista Plaza
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