Más de seis millones de toneladas de emisiones de CO2 mitigadas en ClimateTrade y 203.000 kilos de plástico retirado de los mares en Gravity Wave. Son startups nacidas en la Comunitat Valenciana que trascienden el territorio local, marcando el paso a la sostenibilidad global
24/04/2023 -
VALÈNCIA. Se ha convertido en una constante en cualquier proyecto emprendedor. Todos quieren reducir la huella de carbono, aplacar la contaminación, reciclar, reforestar, apostar por una logística de kilómetro cero… En definitiva, todos quieren ser sostenibles.
Cierto es que en estas declaraciones bienintencionadas olvidan a veces hablar de otros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que atañen más a la parte social, como erradicar el hambre, acabar con las desigualdades o la promoción de sociedades justas, pacíficas e inclusivas; pero bienvenida sea también cualquier iniciativa empresarial que apueste por suavizar el daño medioambiental.
El reto es satisfacer las necesidades actuales, sin comprometer el futuro de las generaciones venideras. A su vez, las organizaciones empiezan a darse cuenta de que la sostenibilidad ya no es algo colateral, sino estratégico. No incorporar principios de sostenibilidad a la actividad empresarial pone en riesgo el porvenir de la compañía, porque los consumidores así lo exigen. Otro imperativo en alza es el de la honestidad. No vale ya montar una empresa de ciclologística, si luego pagas a cinco euros la hora a los empleados, por poner un ejemplo.
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Pero tampoco es cuestión de dividir a las empresas entre buenas (las sostenibles) y malas (las que no lo son). Ni todas saben por dónde empezar ni todas tienen recursos suficientes para transformar los procesos productivos de la noche a la mañana. Otras, sencillamente, no pueden hacerlo aunque quieran, porque no existe aún una tecnología madura como alternativa. Es el caso, por ejemplo, de las aerolíneas, a expensas del desarrollo de combustibles sostenibles y fuentes energéticas como el hidrógeno.
El marketplace líder mundial
Ante esta coyuntura, es posible arbitrar soluciones que ayuden a las compañías a compensar la huella de carbono. Para aquellas que quieren y no pueden, existe el mercado de los derechos de emisión de CO2 que han de adquirir por precepto legal a un precio cada vez más elevado. También están las que se suman al cambio de manera voluntaria.
Con el fin de ayudar a las empresas a dar los pasos hacia la descarbonización, a medida de sus posibilidades y ritmo, en 2018 nació en València ClimateTrade.
Se trata de un marketplace climático que pone en contacto a empresas que quieren o necesitan compensar la huella de CO2 que generan con proyectos medioambientales que procuran la regeneración climática alrededor del mundo. En la ecuación entran también aquellos particulares y consumidores que quieran apoyar el desarrollo de proyectos orientados a combatir el cambio climático.
Se basan en el uso de tecnología blockchain, con el objeto de constatar la trazabilidad y transparencia de todas las operaciones. Una vez hecha una transacción, ClimateTrade emite un certificado de compensación de emisiones de carbono.
Hasta el momento, asegura Francisco Benedito, cofundador y CEO de la compañía, «hemos conseguido mitigar la emisión de seis millones de toneladas de CO2». El objetivo —«y lo vamos a lograr»— es «consolidarnos como la mayor plataforma del mundo en proyectos climáticos para la descarbonización corporativa».
El equipo aglutina a 45 profesionales que trabajan directamente en ClimateTrade a los que se suman, aproximadamente, otros 40 colaboradores subcontratados. Como intermediarios, la forma de monetizar es cobrando una comisión por los créditos de carbono que se adquieren en la plataforma.
El marketplace cuenta, en este momento, con 3.000 usuarios corporativos, algunos del tamaño de Acciona, Mapfre, Cabify o Telefónica, esta última también inversora a través de Wayra. «Estamos entusiasmados por apoyar al equipo de ClimateTrade, líderes referentes en la lucha contra el cambio climático, con una ambición excepcional en nuestro país», declaraba la directora de Wayra Barcelona, Marta Antúnez, al hacer pública la inversión.
Quizá sea esa ambición la que les ha llevado a crecer de manera exponencial en los últimos años. La startup cerró el ejercicio 2022 con una facturación de veintitrés millones de euros, diez veces más que el año anterior, según el CEO.
Climate Trade es un marketplace climático que pone en contacto a empresas que quieren o necesitan compensar su huella de CO2 con proyectos medioambientales de la regeneración climática alrededor del mundo
Desde el año pasado, ClimateTrade es oficialmente una empresa estadounidense, con sede en Miami, aunque la sede europea la mantienen en València. Se hallan ahora en negociaciones para conseguir una ronda serie A de veinte millones de euros con los que pretenden consolidar su desembarco en Estados Unidos y sumar nuevos mercados a los que ya tienen abiertos en Reino Unido, Alemania, Austria o Suiza, entre otros.
Un océano libre de plásticos
Más de un millón de toneladas de plástico inundan el mar Mediterráneo, uno de los mares más contaminados del mundo. El dato les resultaba doloroso a Amaia y Julen Rodríguez, dos hermanos nacidos en Pamplona, pero acostumbrados a pasar los veranos en Calpe.
Fue a raíz de una conversación entre Julen y el griego Lefteris Arapakis, activista contra la contaminación de los océanos, cuando este le habló sobre la escuela de pesca sostenible que había creado en Atenas y la red de pescadores locales comprometidos con recoger residuos del mar.La idea entusiasmó tanto a los hermanos Rodríguez que se animaron a replicarla en España. Al finalizar el confinamiento, en mayo de 2020, registraron la empresa con el nombre de Gravity Wave, una organización con sede en Calpe desde la que se organiza la recogida de plásticos y redes del mar, para luego transformar los residuos y devolverlos a la cadena de valor en forma de muebles de diseño y otros productos perdurables.
Se entiende, pues, que el modelo de negocio dentro de la economía circular de Gravity Wave requiere de la implicación de numerosos actores. Están, como agentes indiscutibles, los más de 5.000 pescadores tradicionales que en estos momentos forman ya parte de la red, repartidos por España, Grecia e Italia. Ellos son quienes recogen los residuos plásticos que se encuentran mientras faenan y los depositan luego en alguno de los contenedores que la organización tiene ya distribuidos por veintidós puertos. También dejan allí las redes cuando se quedan inservibles.
Con un servicio externalizado de logística, se retiran los residuos, se separan y se trasladan a los puntos de reciclaje. El material triturado se destina a la fabricación de los muebles que diseña in house el equipo de Gravity. Con este proceso la compañía ha conseguido ya retirar de los mares más de 203.000 kilos de plásticos y redes, y transformar, aproximadamente, el 50% de lo recogido.
En lo que respecta a la colaboración de las corporaciones, pueden hacerlo financiando la recogida de plásticos o aportando para la producción. Ahora mismo colaboran con ellos cerca de un centenar de empresas. Luego están los clientes que compran el material transformado, algunos de ellos institucionales, como el Ayuntamiento de Calpe.
Aquí no cabe hablar todavía de grandes cifras de facturación, pero sí de impacto. «Tenemos clarísimo que a mayor rentabilidad y crecimiento de la empresa, mayor impacto podemos generar. Las dos cosas son fundamentales, pero nosotros preferimos invertir el orden de prioridades: primero impacto y luego el dinero», declara Amaia Rodríguez. Así lo están haciendo. Según la co-CEO, «en 2021, cerramos con una facturación de 100.00 euros con veinte toneladas de residuos recogidos, mientras que, en 2022, conseguimos 512.000 euros con 175 toneladas. El impacto logrado de un año al otro se ha multiplicado por cinco».
Todos podemos ser un poco Greta
Y si los proyectos anteriores necesitan de alianzas con otras corporaciones, otros prefieren aterrizar en las calles y que sean los mismos consumidores los que transmitan el mensaje de la sostenibilidad, sin necesidad de alzar demasiado la voz.
Para decir: «Mira, yo me muevo en la ciudad con bicicleta», la marca valenciana Closca creó su casco; para comunicar el rechazo a los plásticos de un solo uso, crearon su botella reutilizable, y para facilitar la vida de todos aquellos que adoptan esta filosofía, han mapeado más de 240.000 fuentes de agua potable de todo el mundo, para que las y los ciclistas puedan rellenar sus botellas.
«Lo que nosotros creamos son iconos que inviten a la ciudadanía a un cambio de actitud en beneficio de la salud del planeta. No digo yo que todos vayamos a ser Greta Thunberg, al 100%, pero un poco Greta sí podemos ser», comenta Carlos Ferrando, fundador y CEO de Closca.
Crear una marca con un propósito global, con productos que inspiren un cambio social, es la ambición de este diseñador valenciano que ha conseguido poner el nombre de la ciudad de València en lo más alto del diseño internacional. Entre los numerosos premios recogidos por Carlos Ferrando y Closca se encuentran el TED Gift Experience (2017) y dos RedDot (2015 y 2018).
* Este artículo se publicó originalmente en el número 102 (abril 2023) de la revista Plaza
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