VALÈNCIA. Hubo series extravagantes con anterioridad —El prisionero suele ser señalada como uno de sus antecedentes más evidentes— pero lo que hicieron Mark Frost y David Lynch en Twin Peaks superó cualquier expectativa. En el momento de su estreno —abril de 1990—, Lynch vivía un momento estelar. El éxito de Terciopelo azul en 1986 abrió su mundo al gran público, tendencia que mantuvo en alto Corazón salvaje, su siguiente película. Inicialmente, él y Frost (padre de Canción triste de Hill Street) comenzaron a trabajar en una serie sobre la vida de Marilyn Monroe. El proyecto se torció y terminó contando la investigación del macabro asesinato de una adolescente en un pequeño pueblo del noroeste de Estados Unidos. La trama detectivesca contenía también elementos propios del culebrón. Pero, a medida que los capítulos se sucedían, los giros hacia lo fantástico y lo terrorífico cobraron importancia. Era como una versión de Peyton Place, la soap opera campestre por excelencia, pero escrita por mentes en pleno subidón de drogas psicodélicas. Mientras descubríamos los secretos y dobles vidas de muchos de sus personajes, por la historia deambulaban enanos bailarines, gigantes visionarios, lechuzas vigilantes, asesinos salidos de las tinieblas y señoras que hablaban con un leño.
Las excentricidades fueron la cara y la cruz de Twin Peaks. Llegó un momento en que gran parte del público —así como la cadena ABC— perdieron la paciencia porque, lejos de resolverse, el crimen de Laura Palmer se complicaba cada vez más. El agente especial del FBI Dale Bartholomew Cooper (Kyle MacLachlan) encabezaba un elenco de personajes fascinante: la adolescente Audrey Horne (Sherilyn Fenn), la viuda Jocelyn Packard (Joan Chen), el sheriff Harry S. Truman (Michael Ontkean) o Leland Palmer, padre de Laura (Ray Wise) son solamente algunos de los nombres que se entrelazan en una historia de pasiones y enigmas. Al principio todo parece girar en torno a la pregunta de quién mato a Laura Palmer; al final la respuesta es lo de menos y, por eso mismo, incluso cuando ya sabemos quién fue el asesino, la intriga continúa y las cosas, lejos de aclararse, resultan cada vez más inexplicables. Las piezas que conforman el mundo ‘lynchiano’ están aquí, en una gloriosa acumulación de guiños meta cinematográficos (a Hitchcock, a la propia West Side Story, que fue la película en la que Richard Beymer y Russ Tamblyn —en la serie encarnan a Ben Horne y al psiquiatra Laurence Jacoby, respectivamente— actuaron juntos por primera vez) y decisiones en las que el azar tuvo todo que ver. A menudo, los giros de guion de Twin Peaks respondían a meras casualidades. Como cuando uno de los escenógrafos, Frank Silva, se vio accidentalmente reflejado en un espejo durante una escena. El reflejo se transformó en un personaje, el aterrador Bob, que interpretó el propio Silva.
El episodio piloto de Twin Peaks —emitido en Europa como tv movie con un final cerrado y con un guion más convencional— nunca hizo presagiar en qué se iba a convertir la serie, que dejó un insuperable cliffhanger (final en suspenso, en castellano) al final de su primera temporada. La segunda, que estuvo a punto de ser dirigida por Spielberg, tuvo peor acogida. Al finalizar, ABC decidió cancelarla. El galimatías era cada vez mayor, aunque la escena final, la de Dale Cooper poseído por el espíritu del mal, dejó en vilo a miles de seguidores. Por más que pudiera parecer lo contrario, Lynch y Frost tenían claro como habría de continuar la serie. El problema es que el público hubo de esperar veintiséis años para saber lo que ocurría a continuación. La tercera temporada llegó en 2017 a las plataformas de pago. Las expectativas eran enormes y, una vez más, y dependiendo de quién hablara, defraudó o triunfó. Esta tanda de capítulos, mucho más indescifrables y oníricos que los anteriores, estaba estrechamente relacionada con Twin Peaks. Fuego camina conmigo, película rodada por Lynch en 1992, que resultó ser un completo fracaso de crítica y público. Tanto el filme como la segunda temporada de la serie se ven mucho mejor ahora, cuando ya estamos más familiarizados con el universo de Lynch y apelamos menos a la lógica cuando nos acercamos a él. El agente Phillip Jeffries, que apenas aparecía dos minutos en la película, pasó a ser una de las presencias clave de la tercera temporada. Como lo interpretaba David Bowie, su muerte hizo que, en la serie, Jeffries tuviera que adoptar una forma no humana.
No fue el único actor del elenco que no pudo participar en ella: Catherine Coulson, la dama del leño, falleció al poco de comenzar el rodaje. Angelo Badalamenti, autor de la banda sonora nos dejó a finales de 2022, al igual que Julee Cruise, intérprete de la versión vocal del tema central. Sin la música que la acompañaba, Twin Peaks nunca habría sido lo mismo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 100 (febrero 2023) de la revista Plaza